domingo, 5 de julio de 2009

Analogías

Dicen que el ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra.

No creo en el destino ni en la repetición de la historia, pero sí creo que la historia sirve para escarmentar en cabeza ajena, como dirían las abuelitas y aprender a descifrar momentos y a evitar descalabros. Lo que sigue es un ejemplo de cómo un pueblo desesperado cayó presa del pánico colectivo y de la retórica anti-democrática.

Los mexicanos estamos corriendo hacía un precipicio, pensando que las cúpulas (gobernantes) son quienes nos salvarán de nuestras "desgracias". Sí, muchos son culpables de algunas de ellas, pero no hemos comprendido con no existe un ellos y un nosotros. En una democracia, los gobernantes y la sociedad somos todos, y es por ello que no podemos esperar que ellos decidan. La democracia no es un lugar al que hay que llegar, es una manera de viajar.

Estamos a horas de quemar el Reichstag con los votos nulos y tenemos un Presidente más parecido a Hitler que a Adenauer, ya ha presentado leyes al Congreso para hacer uso del ejército, para transgredir derechos, para vigilarnos (Ley de Policía) y quitarnos nuestras propiedades (Ley de Extinción). Ya ha enviado iniciativas para reformar la Constitución limitando derechos y libertades (Reforma de Seguridad Pública y Justicia), ya ha violado el pacto federal (Operativos en Michoacán y Nvo. León, así como el despliegue de fuerzas armadas y policía federal por todo el territorio), ha brincado sus límites constitucionales (declarando la guerra sin intervención del Congreso) y los mexicanos, en lugar de querer acotarlo, buscamos echar gasolina a la Cámara que se supone que es el freno del Ejecutivo. Al deslegitimarlos, los hacemos más débiles de lo que ya son.

La sensación de los mexicanos de que todo va mal, aumenta esta sensación de enojo y hartazgo hacia los partidos y representantes: 41 bebés muertos, una balacera en un centro vacacional, qué sigue? Recordemos la fallida República de Weimar, deprimida por un gobierno y unos partidos inútiles, hundida en una crisis económica profunda y "perseguida" por enemigos, reales e inventados.

México está mal, pero si quemamos nuestro Reichstag, estará peor. Creo que es mejor aprovechar el momento para proponer que para abdicar. Proponer cambios radicales. Una revisión profunda de la Constitución, un replanteamiento del sistema electoral y una nueva ley de partidos. Tenemos los medios, los cerebros y la voluntad, pero un voto nulo es una gota de gasolina a San Lázaro.

Weimar estaba igual que México. Apoderémonos de nuestra democracia, antes de que alguien se apodere de ella.

El día en que la democracia alemana fue pasto de las llamas
Nota de EL PAÌS, EFE. Febrero de 2008-

En la tarde del 27 de febrero de 1933, hace ahora 75 años, las llamas devoraron el edificio del Reichstag, en un oscuro preludio de la definitiva toma del poder del régimen nazi, un siniestro cuyas circunstancias aún hoy no están aclaradas.

Aquel desastroso incidente precipitó el ascenso al poder de Adolf Hitler, quien había sido nombrado canciller en enero, si bien todavía hoy sigue sin estar clara la autoría que, por otra parte, se suele atribuir al ex comunista holandés Marinus van der Lubbe.
Sin embargo, muchos se resisten a creer que el devastador incendio fuera obra de una sola persona y sostienen que el joven holandés fue instigado por los propios nazis para dinamitar -no sólo en sentido figurado- el sistema parlamentario alemán.

El fin de las garantías constitucionales
Lo que a nadie se le escapa es que el episodio le sirvió a Hitler de pretexto para acusar a los comunistas del incendio, pedir mayores poderes al presidente del Reich Paul von Hinderburg y derogar las garantías constitucionales.
El propio Hitler, que entendió que las llamas "eran una señal divina", se presentó en el lugar de los hechos inmediatamente después de conocerse el incendio y puso en marcha el aparato de propaganda del partido para difundir el miedo ante el supuesto "peligro comunista".
Esa misma noche varios miembros del grupo parlamentario comunista fueron apresados y al día siguiente Hitler hizo firmar a Hinderburg un decreto por el que se derogaban los derechos constitucionales para "la protección del Estado y del pueblo" alemán.
Conocido como el decreto del incendio del Reichstag, este significó el estado de excepción, el fin de la libertad de prensa y la restauración de la pena de muerte, con carácter retroactivo.
Golpe de muerte a la democracia alemana
Esa noche, el rojo vivo de las llamas simbolizó el final del sistema democrático alemán y el humo gris anticipó el ascenso del partido nazi, que se impondría en las elecciones anticipadas del 5 de marzo, y daría paso a la instauración de un Estado totalitario represivo y cruel.
El joven anarquista holandés, que se autoinculpó de haber prendido fuego al edificio como repulsa al avance del partido nazi, fue sentenciado por un tribunal de Leipzig a la pena de muerte y un año después fue ejecutado en la guillotina.
Pero tras la guerra surgió con fuerza entre la opinión pública la discusión sobre el autor o los posibles autores del incendio y si bien en los primeros años predominó la teoría de que el fuego fue provocado por los nazis, a finales de los 50 se impuso la tesis de que fue obra de van der Lubbe en solitario.
Una maniobra de las tropas nazis
No obstante, la polémica sigue y recientemente se han conocido nuevos datos. Así, Alexander Bahar y Wilfried Kugel sostienen que miembros de las tropas de asalto hitlerianas accedieron al Reichstag a través de un pasadizo secreto desde el palacio del presidente de la Cámara Baja, Hermann Göring, y llegaron al salón de plenos donde habrían preparado el fuego que más tarde van der Lubbe -ayudado por un agente nazi- prendió.
El periodista Otto Köhler denunció en 2005 que una lista con los nombres de las personas que debían ser detenidas e inculpadas por el incendio, había sido remitida a la Policía seis horas antes de que se declarara el fuego.
Pese a la retahíla de teorías, el nombre de Marinus van der Lubbe sigue apareciendo en la mayoría de las enciclopedias y libros de texto alemanes como autor en solitario.
Van der Lubbe murió guillotinado el 10 de enero de 1934 a la edad de 24 años. Hace un mes, la justicia alemana derogó la sentencia de muerte dictada contra él en virtud de una ley aprobada en 1998, que permitía la rehabilitación de algunos condenados por la justicia nazi entre 1933 y 1945.
El edificio del Reichstag, que hoy es una de las principales atracciones turísticas de Berlín, ha vuelto a ser, en alguna ocasión, obsesión de pirómanos que han querido emular a van der Lubbe.
Asimismo, el grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo (RAF) se responsabilizó en 1991 de dos intentos de prender fuego al Reichstag a través de un mando a distancia como protesta por el traslado de los órganos de gobierno alemanes a Berlín.

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