Editorial desde Alemania de Geraldina González de la Vega: Los No Votantes
Los No Votantes
Por: Geraldina González de la Vega
Para hablar de una democracia constitucional es
necesario que se cumplan con al menos tres requisitos: la constitucionalización
del ordenamiento, es decir, que la Constitución sea la norma superior y existan
mecanismos de control de la constitucionalidad; que se reconozcan algunos
derechos sociales como derechos constitucionales necesarios para el ejercicio
de la libertad; y el sufragio universal. El sufragio universal implica que
todos los ciudadanos, sin importar raza, religión, clase social o género tienen
derecho al ejercicio del voto, activo y pasivo. En México el sufragio universal
se logró hasta 1953, en Alemania en 1918. El derecho del voto debe ser general, es decir, todos los ciudadanos
deben tener derecho a participar; debe ser igual,
es decir, cada votante tiene el mismo número de votos que tienen el mismo valor
y cada voto tendrá las mismas posibilidades de éxito; debe ser directo, es decir, que entre el votante
y el resultado no existan intermediarios como los electores o colegios
electorales; debe ser libre, es
decir, el voto debe ser emitido sin presión o coacción; y el voto debe ser secreto, es decir, los votantes tienen
derecho a callar por quién votaron y si es que votaron o no votaron.
Existe en Alemania
un grupo denominado "Die Nicht-Wähler" o los "No Votantes",
es decir, un grupo que llama a la abstención pasiva para provocar que los
partidos reflexionen y cambien. Uno de sus representantes, Gabor
Steingart, escribió un libro titulado "Die Machtfrage" o la Cuestión
del Poder, en donde apela a la abstención como una forma de reclamo ciudadano
para que los partidos políticos se den cuenta de cuán alejados están de los
ciudadanos.
Steingart realiza
un análisis serio sobre las razones y los problemas del Estado de Partidos.
Comienza por analizar las personalidades que están hoy compitiendo por la
Cancillería para las elecciones de éste septiembre: Angela Merkel –actual
Canciller por la Unión- y Frank-Walter Steinmeier –Vicecanciller por el SPD-. Argumenta
que ella es como veleta, pues según Steingart existen dos Merkels, la política
y la Canciller, ¿En cuál de ellas
podemos confiar se pregunta Steingart? El juicio sobre Steinmeier es más
fuerte, pues dice que nació para ser "el segundo", antes fué el
segundo de Schröder, pasó a ser el segundo de Münterfering (pues él no es el
Presidente de su partido, el SPD) y es ahora el Vice de Merkel. “No le alcanza
la ambición ni la personalidad para ser el número uno”. El capítulo que sigue,
Steingart analiza a la Gran Coalición –el gobierno actual formado por los dos
grandes partidos ciudadanos alemanes, la Unión y el SPD- y la culpa de
cobardía, pues con gran razón dice que éste periodo era el momento de las
grandes reformas pues ningún partido se llevaría los costos políticos, o más
bien, ambos los compartirían, pone el ejemplo de la Gran Coalición de Kurt
Georg Kiesinger (1966-1969) cuando se realizó la controvertida reforma
constitucional para regular el estado de emergencia. Según el autor la
Gran Coalición tenía tres retos: la reforma del Estado Social, la renovación de
la democracia (que sería la reforma al sistema electoral y de partidos) y la
crisis económica.
Y es que para
Steingart los partidos políticos alemanes no han asumido su culpabilidad
durante la época de Weimar, pues fueron ellos y no el pueblo, quienes fallaron
en la conducción de la primera república alemana. Después, se temió al pueblo y
se diseñó un sistema alejado de él para que pudiera desarrollarse el
constitucionalismo y la democracia. Pero hoy, explica Steingart, es tiempo ya
que el poder regrese al pueblo alemán y que sea éste quien tome las decisiones
y no los partidos y las cúpulas políticas. El análisis histórico y político es
sencillo pero profundo. Desmiente que hayan sido los partidos políticos los
creadores del exitoso sistema alemán en 1949, pues dice: fueron en realidad los
aliados quienes pusieron las bases y obligaron a aceptarlas y
constitucionalizarlas en los principios hoy anclados en la Ley Fundamental. El
mérito posterior, dice, claro que es de los partidos y de los ciudadanos
alemanes, pero no fueron ellos quienes establecieron la economía de mercado, ni
fueron ellos quienes establecieron el federalismo. La Ley Fundamental, con su
caracter provisional, fué desarrollada posteriormente gracias a la voluntad de
los partidos, y sobre todo a la voluntad del pueblo alemán, quien por cierto,
no tuvo participación activa durante las primeras décadas de la reconstrucción.
Steingart describe cómo la democratización alemana coincide con la época de las
rebeliones estudiantiles e intelectuales, fué gracias a Willy Brandt, y el
primer gobierno socialdemócrata que los alemanes realmente comienzan a
interesarse en la política, el clásico lema de Brandt "Mehr Demokratie
wagen" o "arriesgar más democracia" se convirtió en el lema de
los movimientos sociales de los sesentas y setentas. Surge con ello la
oposición extra-parlamentaria, la idea de la "marcha a través de las
instituciones" y el slogan de Brandt "Quien mañana quiera vivir
seguro, debe hoy luchar por las reformas". Todo ello, explica
Steingart, coincide con los altos porcentajes de participación en las
elecciones, en 1972 apenas 8,9% se quedó en sus casas, comparado con el 21% de
la primera elección en 1949 y el 22% de la última en 2005. Steingart lo
atribuye a que la democracia viene desde arriba, y en realidad la democracia no es un lugar a donde llegar, sino una
manera de viajar.
El autor divide a
los ciudadanos en tres clases: los simpatizantes o conformistas, los iracundos
y los demócratas. Los primeros son los borregos; a quienes, advierte, tampoco
se debe menospreciar, pues en realidad aprecian el status quo, no es que sean
tontos. Los segundos son aquellos que no se contentan con nada y que son
indispensables en una democracia, el crítico incansable y perpetuo, dice, fue
quien provocó el ´68. Y por último, los indispensables, los demócratas,
ellos son todos los que quieren cambiar
cada cosa que los otros soportan o critican. El demócrata ansía libertad,
pero con responsabilidad. Los tres tipos de ciudadanos juntos fueron
quienes lograron la reunificación en 1989, aclara.
Por último,
Steingart se refiere a los déficits del Estado de Partidos, y cómo los partidos
políticos se han alejado del ciudadano. Son ellos quienes deciden, los alemanes
sólo pueden elegir diputados y gracias a los arreglos, ese voto muchas veces ni
siquiera se traduce en un gobierno de la mayoría. Steingart critica el
hecho de que las elecciones sean un juego de azar, explica que, puede un partido
obtener la mayoría de los votos, pero como con ello no alcanza para formar
gobierno, resulten gobernando otros dos partidos que no fueron electos por la
mayoría, pero que al unirse en coalición alcanzan matemáticamente la mayoría. “La
casualidad de la aritmética” es la que acaba gobernando. Otro problema que
identifica Steingart es el de la nula diferencia entre los dos partidos
ciudadanos, "la diferencia entre la Unión y el SPD es como entre Visa y
Master Card".
Concluye con una
lista de propuestas que según él ayudarían a acercar el gobierno a donde debe
estar en una democracia: al pueblo. Las propuestas se centran en acabar con los
diputados de representación proporcional y de listas, pues considera que éstas
se convierten en los botines de los partidos políticos y perpetuan a los dinosaurios de cada partido. La
introducción de mecanismos de democracia directa como el referéndum y la
iniciativa popular. El voto directo por el Presidente Federal, el sometimiento
a referéndum de la Ley Fundamental. La introducción del principio de eficacia
de los legisladores (entre menos votos, menos representantes). En general,
Steingart apela a la superación del Estado de Partidos, no a su revitalización.
Al final del
libro, después de analizar en 5 capítulos a la Canciller, al Vicecanciller, al
Gobierno, a los Electores (Ella, Él, Ellos y Nosotros) Steingart acaba con
“Yo”, y explica el lenguaje de un No Votante y sus razones para no votar. Qué
quiere decir cuando no acude a las urnas, qué propuestas envía por medio de
mensajes telepáticos y qué señales deben recibir e interpretar los partidos
políticos cuando leen el porcentaje de abstención el día de la elección. Al
final, el libro de Steingart está lleno de lugares comunes en la retórica del
ciudadano perfecto que aspira a que reaccionen los partidos políticos con el
látigo de su desprecio. La realidad es que el porcentaje de abstención en 2005
(22.3%) no provocó que los partidos reaccionaran. La retórica es buena, las
razones válidas, el problema es la interferencia entre cerebro y cerebro.
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sábado, 4 de julio de 2009
Editorial desde Alemania: Los No Votantes
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1 comentarios:
Grool... Me pregunto qué clase de votante soy... ¿Existe el votante twittero?
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