Parte 5/6
Por: Geraldina González de la Vega
Entre Sofia y Stara Zagora existe una autpista bastante buena, a partir de allí el camino hasta Burgas, en la costa del Mar Negro es una carretera de doble sentido decorada por viñedos, duraznos y girasoles principalmente. Durante las más de 5 horas de viaje pudimos comprobar cómo ibamos dejando las cordilleras de los balcanes, y del Ródope, para adentrarnos en la planicie Tracia. En el camino hay puestos regados que venden melocotones, duraznos, melones y sandías, y todavía puedes ver algunas familias gitanas desplazándose en carreta tirada por un burro. No hay Mc Donald´s cada 50kms como aquí en Alemania, pero sí una cadena que se llama Happy, en donde felizmente comimos una Shopska Salat, pimientos rellenos, una Tarator --en vaso(?) y una cocacola. Seguimos rumbo a Burgas.
Llegamos a Burgas y de allí nos desvió la carretera hacia el norte, a lo largo podíamos ver el mar negro asomándose entre la vegetación, más mediterránea que tropical. Nos emocionó mucho verlo, ¡la historia que se ha hecho en ese lugar! Entramos a Nesebar entre casitas descuidadas, montón de restoranes de pescados y carnes, puestitos de toallas, salvavidas, ballenas de plástico y otras monerías para disfrutar de las olas, trajes de baño y los típicos collarcitos de caracolitos. Más adelante nos sorprendió un hotel barco; No, el mar estaba todvía muy lejos, era una construcción de cemento y varilla con forma de yate, nada más faltaba que en la punta se encontrara una escultura de Di Caprio y Winslet. Más adelante se encontraba la península donde los tracios fundaran la antigüa Mesembria. Pasamos 5 noches en ésta ciudad de pescadores muy querida por turistas alemanes y británicos. Sus playas bellísimas, limpias y seguras. El mar templado te invitaba al chapuzón, para sorpresa de todos, el grupo mexicano era el más pálido de la playa. La ciudad antigüa vale la pena por las tardes cuando el sol ya no quema. Como en toda Europa durante el verano, el sol se mete muy tarde, entre las 9 y 10 de la noche. Lo que nos regaló unos atardeceres magníficos durante la hora de la cena en las terrazas con vista al mar y unos cielos lilas verdaderamente bellos. Las caminatas por la noche entre las ruinas de las iglesias de Nesebar eran agradables pues ya soplaba el viento desde el mar y refrescaba mucho, aunque para mi gusto debería reducirse el número de puestitos y venta de curiosidades. Me llamó la atención la cantidad de gente hablando por teléfonos públicos, en la era del teléfono celular, es difícil ver esto. Pero me quedó claro porqué el teléfono público: el primer día quise llamar a mis padres a otro hotel desde mi habitación, nunca pude marcar, cuando pedí ayuda en la recepción me vieron con cara de preocupación, "you want to make a local call? here in Nesebar!?" Si, quiero llamar a este hotel. Finalmente me comunicaron, pero tuvimos la sensación, todo el día de que pensaban que queríamos cambiarnos de hotel. Decidimos mejor quedar en vernos a una hora determinada, pues el mismo problema tuvieron mis padres en su hotel a la hora de querer hacer llamadas locales, así como a Sofia.
La entrada de la fortaleza, o lo que llamamos, puerta de tierra, estaba iluminada y siempre, todo el tiempo, hubo un gaitero tocando música típica de Bulgaria, dándo a la visita un ambiente sin igual.
(Puedes ver más fotos de Nesebar en la entrada Territorio Búlgaro, su costa)
La comida de la costa es excelente, probamos una variedad de pescados con nombres difíciles de recordar, pero deliciosos (confieso haber perdido la notita con los nombres que me había apuntado). Dos especies pequeñas de muy buen sabor, pero que no recomiendo a quienes detestan luchar con la comida, llenos de espinas, otros pescados grandes de carne muy blanca, sabrosísimos. El pulpo a la plancha delicioso, igual que el tiburón. Probamos también los mejillones al vino blanco, ríquisimos. Los camarones gigantes de muy buen sabor y la langosta era tan grande que no la probamos, pues la especie que nos ofrecían pesaba 5 kilos. Nos sucedió algo curioso, pedimos un plato de camarones, y eran, camaronas llenas de hueva, nunca, ninguno le había tocado algo así. Asumimos que se trataría de la veda que hay en México, pero podría tratarse de alguna otra especie de camarón(a). Por supuesto para el calor una Tarator, ya sea bebida o en sopa (!), cervezas como la Kamenitza o la Zagorka, y otras como la Shumensko, otro tipo de pils. El vino blanco búlgaro, muy fresco para acompañar con los pescados. El 53% de las variedades de vinos blancos proviene de la región del mar negro y encuentras Traminer, Gewürztraminer y Riesling, como en los valles del Rin y del Mosel en Alemania.
Ademas de la antigüa Mesembria o Nesebar, pudimos visitar Sozopol, antigüa Apolonia. Para llegar a Sozopol hay que volver a Burgas y de allí unos 15 o 20 minutos más hacia el sur. Sozopol es, también, un pueblo pesquero, cuyas callejuelas empedradas están repletas de casitas de madera, con terrazas frescas adornadas con higueras y uvas verdes que vuelgan de vigas colocadas entre pared y pared. Sozopol, a diferencia de Nesebar, tiene un risco, en donde cuelgan terrazas repletas de clientes que se sientan a tomar la copa y picar quesos y salamis, abajo de las terrazas, rompe el mar en unas enormes rocas, donde de vez en cuando acuden las enormes gaviotas a pescar algo, ya sea del mar o de los comensales, distraídos con el atardecer.
Tanto en Nesebar, como en Sozopol puedes encontrar una zona hotelera bastante desarrollada con todos los servicios de hoteles de cinco estrellas o de los ahora recurridos all inclusive, ambas ciudades ofrecen playas cómodas con palapas (sombrillas más bien dicho) y camastros, y ambas ciudades ofrecen vida nocturna nada deleznable. El turismo es en su mayoría europeo, por lo que el estilo del servicio se acomoda a sus gustos, desayunos de buffet incluídos en el costo, pocos servicios de atención al turista comodino (bar con meseros en las alberca y playas, room service, bell boys, etc.) sin embargo no descarto que en un futuro no muy lejano llegue la hotelería estadounidense y española que tiene el numerito muy bien puesto . Eché de menos un cocktelito en la arena, una piña colada a la orilla de la alberca y un plato de zanahorias o pepinos frescos para picar, mientras bajo el sol tracio leía mi novela Apostoloff, de Sibylle Lewitscharoff, la única que encontré sobre Bulgaria y que por cierto, ni terminé por mala.
Frente a las costas de la península de Nesebar se asoman ya grandes edificios de hoteles y departamentos en los dos desarrollos turísticos más cercanos: Sunny Beach (Slantschew brjag) y St. Vlas, el primero un “moderno” centro turístico con hotelotes all inclusive como para que no salgas, el segundo un desarrollo residencial con vista directa a la ciudad antigüa de Nesebar, en donde había privadas y condominios muy bonitos. Definitivamente, lector, si vas a las costas de Bulgaria, evita Sunny Beach, pues el encanto está en la historia oculta entre las ruinas de las antigüas ciudades fundadas siglos antes de Cristo.
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