Por: Geraldina González de la Vega
El fin de semana pasado viajé a la ciudad de Gante en Bélgica. Hermosa
ciudad medieval que en sus tiempos fue, después de París, de las más
importantes y pobladas de Europa. Dividida por canales, el perfil de Gante lo
dibujan tres torres: el campanario municipal o Belfort, la iglesia de San
Nicolás y la catedral de San Bavón. Dentro de la catedral se encuentra una de
las obras maestras del arte flamenco: La Adoración del Cordero Místico de Jan
van Eyck. Con esta obra comienza mi historia.
También conocido como el altar de Gante o el políptico de Gante, el retablo
de van Eyck es una de las pinturas de mayor tamaño en el arte flamenco, además
representa la transición de este estilo hacia el renacimiento. La obra fue
concluída en 1432 por Jan van Eyck, pero por una cuarteta inscrita en el
retablo, al parecer fue comenzada por Hubert, hermano de Jan. El retablo
muestra 12 paneles frontales y 12 anteriores. Se dice que normalmente se
mostraba cerrado, esto es, lo que se podía admirar cada día en la catedral eran
los 12 paneles anteriores que muestran pinturas que, en cuanto a su esplendor y
color, son mucho más modestos que los interiores, pues muestran colores pálidos
en una paleta de grises. En los días festivos, el retablo era abierto para
mostrar las tablas principales. Al abrir los postigos, se puede observar en el
centro el tema principal del retablo: la adoración del cordero, escena basada
en el Apocalipsis de San Juan. La escena central representa una ligera
perspectiva aérea, predominan el verde y una intensa luz blanco-amarilla, se
puede observar en el centro un cordero resplandeciente de cuyo pecho brota
sangre dentro de un cáliz, posado sobre una mesa con un mantel rojo. El
sacrificio del Agnus Dei como víctima ofrecida para sanar los pecados de los
hombres, sucede en el campo, sobre un césped muy verde, el escenario supone ser
el Jardín del Edén. Al fondo se aprecian varias torres y lo que parece ser
Jerusalén combinada con algunas torres que pertenecen a la ciudad de Gante. El
paisaje es tan detallado que se pueden distinguir árboles de naranjas,
manzanos, margaritas, palmas, en fin. El cordero del que destella luz, es
admirado por grupos de personas, que representan ángeles, mártires, papas,
paganos, judíos y miembros de la iglesia, todos con ropajes coloridos, algunos
traen regalos y ofrendas, otros muestran distintas actitudes. Los ángeles del
centro baten unos incensarios. En el centro, pero en la parte inferior, se encuentra
una fuente, de la cual brota agua, que representa la vida.
En las tablas superiores se representan de un lado a Adán y del otro a Eva,
después dos tablas que representan coros de ángeles y en el centro vemos a
María; a una figura masculina que puede ser Dios padre o Jesucristo, o ambas; y
a Juan el Bautista, quién, según los evangelios, confirió el título de Agnus
Dei a Jesucristo. Abajo a los lados de la tabla central del cordero, se
encuentran del lado derecho dos tablas, la de los ermitaños y la de los
peregrinos. Del lado izquierdo aparecen otras dos tablas, la de los caballeros
de Cristo y la de los jueces justos (Iusti
Iuditi).
El retablo entero está cargado de simbolismo, es una delicia verlo, pero
más entenderlo y tratar de descifrarlo. Yo saqué en conclusión, por ejemplo,
que dado que la figura del centro porta un cetro y una corona debe tratarse de
Dios padre, pues además hay una corona a sus pies, exactamente arriba del
cordero de la tabla inferior y central; y el hijo, debe ser el Agnus Dei o
cordero, pues derrama su sangre; además, entre ambas figuras se encuentra el
espíritu santo, representado en una paloma, de quien desciende toda esa luz que
ilumina el cuadro. Me parece clara la trinidad y cómo ésta desciende a la
tierra, de forma que no veo por qué la figura central pudiera ser Jesús o una
combinación entre él y Dios padre. Bueno, son apreciaciones y, creo, de esto se
trata el arte.
Como con cualquier obra de esta antigüedad y de esta importancia, el hecho
de poder verlo, es para mi una experiencia inolvidable. Cada vez que entro en
un museo o tengo frente a mí una expresión de este tipo, me alegro de haber
elegido el bachillerato en Bellas Artes y haber tenido a esa excelente maestra,
la Sra. Cristo.
Sin embargo en esta ocasión la experiencia fue más allá de la pura
apreciación del arte, el Altar tiene una historia fantástica:
La tabla de los jueces justos representa 10 hombres, montados a caballo,
con un paisaje adornado a detalle. Se observa un peñasco, y detrás un bosque. A
lo lejos se pueden observar un castillo y lo que parece la torre de una
iglesia. Los 10 hombres están ataviados elegantemente, ostentan trajes y
tocados de la época, por lo que se entiende que se trataba de personajes de la
realeza. Sus trajes son de telas de colores, inclusive hay uno o dos que tienen
armiño en sus capas y gorros. Me parecen como representantes de distintos
lugares, hay un hombre con un turbante, una barba y con piel algo más oscura
que los demás, si bien es difícil distinguir, seguramente los diferentes tocados
y tipos de vestidos significan algo. Sus caballos están igualmente adornados
con riendas elegantes con medallones y sillas con brocados. Predomina el rojo,
pero el personaje del centro es uno vestido de azul, con un gorro de zorro, muy
á la Rousseau. Hasta el momento no he encontrado alguna interpretación de quién
pueda ser él, o en general, de quiénes se trataba, y si los 10 jueces
representan personajes reales de la época, o son simplemente personajes
inventados por van Eyck.
Durante pocos años, el retrablo permaneció a la vista del público en la
catedral, en una capilla al fondo, donde hoy todavía se muestra una copia; el
original se encuentra pasando la puerta principal, a la izquierda, dentro de
una cámara que regula la temperatura y humedad y con un grueso vidrio. Después
de una complicada existencia, pasando de mano en mano, el retablo vuelve con la
caída de Napoleón en 1812 a Gante, sin embargo después de su venta al rey de
Prusia en 1816, los paneles fueron cortados en Berlín en 1894. Con la primera
Guerra Mundial, las tablas son escondidas, y gracias al Tratado de Versalles
son unidas a su forma original y vuelven a Gante.
Desde 1934 el retablo ya no está a la vista del público, pues en la noche
del 10 de abril de ese año, la tabla de los Jueces Justos, junto con la de su
anverso, la representación de San Juan Bautista, fueron robadas de la catedral
de San Bavón.
En la década de los treinta, Bélgica, como el mundo entero, pasaba por
momentos turbulentos financiera y políticamente. En febrero de ’34 muere el rey
Alberto I en circunstancias extrañas, los disturbios aunados a la quiebra de
dos bancos, tienen al pueblo descontento, los desafíos a la ley y a la
jerarquía católica son ya cotidianos. El “golpe maestro” sucede un par de meses
más tarde. La mañana del 11 de abril, el sacristán de San Bavón anuncia que han
desaparecido dos tablas del retablo, el escándalo comienza y sería opacado sólo
por el comienzo de la segunda Guerra Mundial.
Comenzaron las pesquisas, inclusive Scotland Yard es llamado al apoyo.
Tanto la policía como la prensa tienen pistas, situaciones y personas
sospechosas, pero nada. El 1° de mayo el obispo de Gante, el Sr. Coppieters,
recibe un sobre común que contiene información sobre las tablas robadas y una
oferta de rescate: alguien que firma con las iniciales D.U.A. exige 1 millón de
francos belgas a cambio de las tablas de los Jueces Justos y la de San Juan
Bautista. En total, D.U.A. envía 13 cartas al obispo, quien debía responderlas
en la sección de avisos de ocasión del diario La Dernière Heure. La diócesis
entrega las cartas a la policía, quien no llega a un acuerdo con las
autoridades judiciales sobre el costo para atrapar a los criminales, la
diócesis tampoco aclara si está lista para pagar el rescate.
Con la tercera carta se envió un recibo de un depósito de equipaje en la
estación ferroviaria de Bruselas. La policía local, se hizo acompañar de la
federal para recoger el paquete, envuelto en una tela negra que era del tamaño
de los páneles perdidos. Cerrado, el paquete fue llevado a la corte de
Bruselas, dónde fue abierto con sumo cuidado, para descubrir bajo una delgada
cubierta de papel café, a San Juan Bautista. Esto no fue informado al público,
el panel rescatado fue llevado secretamente al palacio episcopal de Gante. El
empleado de la estación declaró únicamente que la persona tendría unos 50 años
de edad, pero no pudo describirlo en detalle.
Con la cuarta carta se especificó que el rescate debía ser entregado al
cura Meulepas de la parroquia San Lorenzo en Anveres. No se sabe por qué
específicamente debía entregarse el dinero a esta persona, se especula que un
pariente cercano del ladrón vivía muy cerca y tenía una tienda allí.
En lugar de un millón de francos, se entregan 25,000 y una nota donde se
cambian los planes. El 14 de junio un taxista visita al cura, quien acepta el
paquete a cambio de un pedazo de periódico, se observa que en el asiento
trasero del auto hay un hombre con gafas oscuras.
La última carta de D.U.A., la número trece, fue recibida el día 2 de
octubre de 1934. En ella D.U.A lamenta que el obispo “no haga nada para que los
Jueces Justos reaparezcan” y que él ha hecho todo lo posible por “salvarlos”.
Dice “creo haber realizado totalmente mi deber como líder...y retiro la órden a
mis amigos para que no tomen venganza aún. Ellos son libres y como ellos y
usted, yo sólo puedo esperar y ver qué sucederá. Tengo las manos limpias y
parto con la mente ligera y me llevo conmigo este terríble secreto. Porfavor,
Monsignor acepte mis honorables consideraciones, así como mi pesar de que usted
no trató a las personas en esta situación histórica, con dignidad suficiente.” Firma
D.U.A. y añade un P.S. “Debido a la seriedad de los hechos, le doy una última
oportunidad para contactarme antes de mi partida. Leeré el periódico en el
cuarto día después de que usted reciba esta carta. E intentaré, si es posible,
leerlo el primer día del próximo mes.”
Las iniciales son objeto de diversas especulaciones, en flamenco Door U Aangesteld? “Nombrado por usted”. O en
francés refiriéndose al lugar de su escondite: Dans Une Armoire?, Derrière Un
Aute? O en alemán Deutschland über alles?
Sin
embargo, algunas líneas de la investigación llegaron a Arsène Goedertier, quien
se dice, confesó en su lecho de muerte ser la única persona que sabría el
paradero de la tabla. Goedertier era un corredor de bolsa en Wetteren,
provincia de Flandes. El 25 de noviembre de 1934 sufrió un derrame antes de
hablar en público en una reunión política en el patio del Colegio Santa María
de Dendermonde. Fue llevado de urgencia a casa de su cuñado, donde en su lecho
de muerte reveló a su abogado, Georges de Vos, que él era la única persona que
sabía del escondite de la tabla perdida de los Jueces Justos. “Mi conciencia
está limpia. Escucha, yo soy el único que sabe dónde está el Cordero
Místico...sólo yo sé esto. Encontrarás el archivo completo en mi escritorio, en
el cajón derecho del buró hay un sobre ‘Mutualité’...”
Días después, De Vos encuentra en la casa de Goedertier los documentos en el sobre rotulado con
la palabra “Mutualité”: los duplicados de las trece cartas; una carta, la
número catorce, escrita a mano; y un recibo del centro de equipaje de la
estación ferroviaria de Gante.
Desafortunadamente, allí se encontró nada más
la máquina de escribir con la que redactó las trece cartas. En su casa, se
encuentran además algunas notas y bosquejos, que se piensa, pueden ser pistas
para encontrar la tabla. También se hallan tres llaves, una de ellas pertenece
a una de las entradas de la catedral de San Bavón. Las otras son del garage
donde estacionaba su auto y una caja de seguridad en el Crédit Anversois en
Gante, donde no se encuentra nada importante.
Por alguna razón que se desconoce el
comisionado de policía decide mantener en secreto los hallazgos, y autoridades
judiciales nunca escuchan las versiones de los testigos de la confesión hecha a
De Vos por Goedertier, el doctor
Romain De Cock y el padre Libertus Bornauw.
Hasta
mayo de 1935 la policía hace públicos los detalles y ofrece 25,000 francos para
quien informe sobre el paradero de la tabla. A pesar de que aparecen algunos
testimonios, no se logra encontrar a los Jueces Justos.
Para
el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el Teniente Koehn, enviado por el
mismo Goebbels, se apareció en la catedral para investigar el paradero de la
tabla de van Eyck. Al no encontrar los testimonios de los testigos de la
confesión en el archivo de la investigación, Koehn decide entrevistarse con el
abogado, el doctor y el cura y por supuesto, la viuda de Goedertier. No
encuentra nada.
En
1939 Jef Vanderveken comienza a pintar
una copia de los Jueces Justos, la cual es terminada en 1941 y tiene algunas
sensibles diferencias con la original. Una de ellas, es que uno de los rostros
es el del rey Leopoldo III, quien reina desde 1934 a la muerte de su padre
Alberto I. Hasta 1959 Vanderveken recibe un pago por su trabajo, mismo que
hasta hoy se puede admirar en la catedral de San Bavón en Gante, pues la
original sigue perdida. Surgen muchas preguntas. Nunca he leído a Dan Brown,
pero no puedo dejar de pensar en sus historias.
¿Dónde están los Jueces Justos? ¿Existen todavía?
¿Los tendrá alguien o estarán arrumbados en algún sotano?¿Para qué o por qué los
querían los nazis? ¿Los tenían los nazis y fueron a comprobar que nadie sabía
su paradero?
Cuando me enteré de la historia, pensé ¿Por qué precisamente los Jueces Justos?
¿fué por su ubicación en el retablo? ¿tenían algún significado
especial? ¿representaban a alguien en particular? ¿qué significaban para van
Eyck? ¿tenían algún valor simbólico?
Regresé a casa y busqué en internet sobre esta tabla, pues en la tienda de
la catedral apenas tenían una pequeñita postal con la imagen de ésta y la tabla
de los caballeros. Supongo que la imagen es la original pues la cara de
Leopoldo III no aparece. Compré tres postales. De las demás tablas había
distintas postales, posters, explicaciones, libros. De los Jueces Justos, nada.
Inclusive la señora de la tienda me explicó que no tenía nada y buscó en sus
libros y, siento que se sorprendió un poco por mi pregunta. Normalmente la
gente lleva los retratos sagrados, me dijo.
Buscando más sobre el cuadro, encontré algo muy divertido, pues el robo de
los Jueces Justos se menciona en la novela La Caída, de Albert Camus. En ella el protagonista:
Jean-Baptiste Clamence, afirma haber encontrado la pintura en un bar
llamado “Mexico City”, donde fue entregada por un cliente a cambio de
ginebra.
Y es esta la historia que en Gante descubrí, una
explicación de cómo es que nadie sabe el paradero de los Jueces Justos.
Para leer las cartas, y apuntes de Goedertier, ver
el retablo y leer toda la historia, recomiendo este sitio.
0 comentarios:
Publicar un comentario