jueves, 11 de mayo de 2023

Gestión Menstrual Justa

Geraldina González de la Vega 
Presidenta del COPRED 
La gestión menstrual justa son todos los elementos que necesitan las mujeres y otras personas menstruantes para vivir de forma plena su menstruación. Ésta incluye productos (como tampones, toallas sanitarias, entre otros), información científica y libre de prejuicios, infraestructura sanitaria adecuada (acceso a productos de higiene personal, agua y saneamiento) así como servicios de salud de calidad. 

Desde el COPRED consideramos necesario hablar sobre la menstruación como un asunto público, pues, por un lado, es un evento que ocurre a la mitad de la población (mujeres, hombres trans y personas no binarias menstruantes) a lo largo de cerca 40 años de sus vidas; y por otro, que a lo largo de la historia y a través de distintas culturas, ha sido narrado desde lo negativo, desde lo sucio, lo impuro y que estas perspectivas han influido en el acceso a derechos de las mujeres impidiéndoles ir a la escuela, al trabajo, realizar deportes o actividades de esparcimiento. La falta de información clara, adecuada, científica y laica respecto de la menstruación ha impactado en el reforzamiento de tabúes, mitos, prejuicios que abonan en la obstaculización en el acceso a una gestión menstrual digna. La falta de acceso a la información está relacionada con la falta de acceso a la salud reproductiva y sexual, cuestión que impacta también la vivencia de la menstruación, así como en el conocimiento de condiciones de salud relacionadas con los órganos reproductivos (el útero, los ovarios, las trompas de Falopio, el cuello uterino y la vagina), el embarazo adolescente, las enfermedades de transmisión sexual, y otras cuestiones relacionadas con la salud ginecológica, reproductiva y sexual. 
En la Ciudad de México habitamos 9,210,000 personas (aprox.) de las cuales unos 3 millones somos mujeres entre los 10 y los 49 años de edad que son más o menos los años en que las mujeres menstruamos. Este dato no toma en consideración a hombres trans ni a personas no binarias que menstrúan, por lo que puede ser más alto. 
Un tercio de la población de la CDMX menstruamos. 
Cada una de estas mujeres y personas menstruantes utiliza en promedio unas 200 toallas al año, lo que significa que, si tomamos que la menstruación dura entre 38 y 40 años, estamos hablando de unas 8mil toallas. También hablamos de que si tomamos un periodo de 5 días mensuales, se menstrúa aproximadamente 2300 días, es decir unos 6 años de nuestras vidas nos encontramos menstruando. 
Un paquete de 10-16 toallas cuesta entre 23 y 45 pesos dependiendo de la marca. Estas son toallas diurnas, porque existen las toallas nocturnas que suelen ser más caras. Cada toalla cuesta entre 1.4 y 3.5 pesos, por lo que, al entrar en la menopausia, usando precios actuales, una mujer habrá invertido 11mil pesos en toallas. Ello, a pesar de la eliminación del IVA a los productos de gestión menstrual que apenas se hizo realidad hace un año. 
El salario mínimo de la Ciudad de México es de $207.44 pesos. En 2023 una canasta básica vale $1,644 por lo que difícilmente una persona que gana un SM podrá acceder a los bienes básicos para esta y su familia.  
Es decir, una persona que gana el salario mínimo gana por debajo de los 8,600 pesos mensuales que es el tope que Acción Ciudadana contra la Pobreza ha colocado y por tanto son insuficientes “lo que coloca a los trabajadores y a sus familias en condición de pobreza.” 
Esto es lo que representa el concepto de pobreza menstrual, 4 de cada 10 mujeres viven en situación de pobreza y para ellas comprar un paquete de toallas o tampones significa quizá renunciar a otro producto que pudiera contemplar como de mayor necesidad. La pobreza menstrual se refiere a la falta de acceso a una gestión menstrual digna, es decir, a la carencia de acceso a productos, y también acceso al agua y saneamiento. Esto tiene impactos en las vidas de las mujeres y las limita en el acceso a derechos, tales como la educación, el trabajo, el deporte, la diversión y afectando ello a su vez, la calidad de vida. 
De acuerdo con la Encuesta de Essity (ENGME), a nivel nacional, la mitad de las encuestadas tuvieron que renunciar a comprar otros productos básicos: el 56% por comprar tampones y 54% toallas. De acuerdo con el Colegio San Ángel La pobreza menstrual se deriva de la incapacidad económica para comprar productos de higiene menstrual y afecta a un 42.2 por ciento de las mujeres en edad de hacerlo, correspondiendo a las últimas estadísticas del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). 
A partir de esta preocupación, desde el Consejo hemos impulsado la realización de diagnósticos para saber cómo viven su gestión menstrual mujeres y personas menstruantes que viven en calle, están privadas de la libertad o cursan secundaria o bachillerato en la Ciudad de México. 
Para ello hemos contado con las colaboraciones de El Caracol, Mujeres Unidas por la Libertad y Elige, quienes a través de estrategias de acercamiento, grupos focales y encuestas han logrado generar estudios muy completos sobre cómo se vive la menstruación en estos espacios. 
Los hallazgos de estos diagnósticos nos dan una muestra de los siguientes aspectos: 
 • Los tabúes que siguen existiendo con respecto de la menstruación 
 • La falta de información sobre cómo funciona el ciclo menstrual 
 • La falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, asociada por un lado a los estigmas que se viven como población en calle, privada de la libertad o adolescente y por otro, a los mitos asociados a los órganos reproductivos femeninos 
• La falta de acceso al agua y saneamiento 
• La pobreza menstrual 

De acuerdo con el censo en calle elaborado por el IAPP de las 2745 personas que viven en calle, 418 son mujeres. 
Población penitenciaria total 25,499 de los cuales, 1507 son mujeres. En Santa Martha hay 1355 y en el Centro Femenil de Reinserción Social 152. 
En la CDMX estudian en modalidad escolarizada, en educación secundaria 214,000 adolescentes, y en media superior 232,000 adolescentes de un universo de 2,442,000 estudiantes. 
Estamos hablando de que de los 3 millones de personas que menstruamos en esta ciudad, cerca de medio millón la viven en condiciones de precariedad e injusticia. A ello podemos sumarle las mujeres que viven en situación de pobreza que de acuerdo con el Coneval en 2020 representan el 32% de toda la población, mientras que el 21% de la población es vulnerable por carencias sociales entre las que se ubica la carencia por acceso a los servicios básicos en la vivienda (3.1%), entre los que se cuenta el agua; o a los servicios de salud (27%) 
Sabemos que la mayoría de los hogares en México son uniparentales y están encabezados por mujeres. Sabemos que menos de la mitad de las mujeres son parte de la PEA y que quienes trabajan lo hacen en el sector informal lo que no solo implica la falta de seguridad social, sino además de estabilidad en el empleo y en el ingreso. 
¿Cuántas de nosotras podemos, sin problema comprar cada mes toallas, tampones, copa o calzones para la menstruación? Seguro representamos un pequeño porcentaje de esas 3 millones de mujeres y personas menstruantes. 
Ello, no solamente incide en términos de comodidad, sino de acceso a la educación o al empleo. De acuerdo con la encuesta de Essity, 16% ha dejado algunas veces de asistir al trabajo por tener la menstruación y 13% ha dejado de asistir a la escuela, 26% ha dejado de hacer deporte/ejercicio. 
Como se reporta en los tres diagnósticos, la falta de productos de gestión menstrual incide en esas ausencias. 
Pero no solo sobre ello queremos llamar la atención hoy. Sino también en cómo los tabúes, la secrecía, la negatividad asociada a la menstruación afecta el acceso a una vida libre de discriminación y exclusión. 
Los estigmas asociados a la menstruación marcan a niñas, adolescentes y mujeres a lo largo de sus vidas. Desde el miedo a teñir sus ropas, hasta los cambios hormonales asociados a manifestaciones físicas o emocionales persiguen a las mujeres durante 4 décadas y ello incide en los prejuicios asociados a sus capacidades para estudiar, trabajar o destacar en actividades deportivas o de otra índole en espacios tradicionalmente vistos como masculinos. 
La menstruación no debe ser una razón para la desigualdad. No obstante, hoy lo sigue siendo. El acceso a una gestión menstrual justa es lo único que se requiere para poder acceder en igualdad de circunstancias a nuestros derechos. Mientras las niñas no tengan acceso a toallas o tampones, las mujeres privadas de la libertad carezcan de productos y de agua, las mujeres en calle usen productos no higiénicos, estaremos lejos de garantizar derechos en igualdad de circunstancias. 
Lastimosamente los condones se reparten gratuitamente en todos lados, pero por toallas y tampones tenemos que seguir peleando. De hecho, las mujeres no sabemos de qué están hechas las toallas y tampones que durante 6-7 años de nuestras vidas utilizamos, pero existen montones de estudios sobre el Viagra. Revisen los empaques. 
Los mitos y tabúes que culturalmente siguen acompañándola estigmatizan a las mujeres y personas menstruantes, y limitan su acceso a derechos y a la convivencia. La injusticia menstrual que viven mujeres y personas menstruantes es la manifestación de la opresión basada en el señalamiento cultural e histórico de que los cuerpos que menstrúan son impuros, vergonzosos, incompetentes, enfermos. 
La menstruación es normal, común a millones de cuerpos, y debe ser tratada como una cuestión pública. Resulta imperativo educar a todas las personas acerca de ella, no solo a quienes menstruamos, pues para eliminar los estigmas asociados a esta, hace falta superar los tabúes y la desinformación. 
Para una sociedad igualitaria, necesitamos una gestión menstrual justa.

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