La Llegada
El sabado 20 de diciembre llegamos --Thomas y yo-- a la Ciudad de México. Llegamos a la sala de migración en donde, como en todos lados, te separan entre nacionales y extranjeros. La bienvenida al paisano siempre me hace sentir bien, te reciben con amabilidad y siempre con información, esta vez me dieron un folleto con informaciones para poder sacar mi credencial para votar. Lástima que el trámite dura más de un mes y si me animaba a sacarla podría volver por ella en un plazo de un año contado a partir de iniciado el trámite, en mi caso particular no me iba a ser posible recogerla. Si no recoges la credencial pierdes tu derecho para volverla a sacar ese año. Total, pasé migración, la cola nacional no era muy larga y era muy rápida. Me paré frente a las nuevas tiendas duty free en donde puedes comprar al bajar del avión. Una señorita gritó durante los 45 minutos que esperé a Thomas a cada pasajero "pasele pasele ahora puede comprar bajando del avión en tiendas libres de impuestos" o "Caballero un tequila?" Como si estuviera en la merced o en la central de abastos. Pensé que no era necesario gritar como verdulera, esas técnicas de venta ahuyentan a cualquiera, los extranjeros miraban desconcertados, los mexicanos apuraban el paso.
A lado mío estaba una mujer de Coatzacoalcos que todavía tenía que tomar un vuelo a Veracruz, ella vivía en Estados Unidos y su marido es estadounidense, esperamos juntas. Un hombre esperaba a su familia, todos con pasaportes gringos, el chiquito se desesperó en la fila y pasó de "mojado". Total que después de 45 minutos, pasó Thomas migración. Pensé todo este tiempo que debemos existir muchas familias mixtas, podrían poner una tercera fila para nosotros así al menos esperamos todos juntos en la fila y no tenemos que escuchar cómo en la parte nueva del aeropuerto en una tienda duty free una señorita intenta venderte productos Lancome a gritos.
Nuestro equipaje: 4 maletas. Llegamos a la aduana y declaramos, nos pasaron por los rayos X y me preguntaron si traía alimentos. Efectivamente, mi suegra envió un Stollen (panqué de navidad) a mis padres. Acepté la culpa. Me pasaron con el inspector sanitario, quien no supimos si tenía flojera o no entendió, pero dos veces le señalamos la maleta y nos dijo "buen viaje, hasta luego". Bueno, por nosotros mejor, así no tendremos que deshacer la maleta.
Salimos por las puertas de cristal donde aparece esa multitud impaciente. En el aeropuerto de la Ciudad de México no hay una pantalla ni nada que se le parezca que te indique qué vuelos están saliendo, qué maletas se están recogiendo, ni siquiera si el vuelo que esperas está retrasado, de manera que cada vez que sale una persona de ahí, o peor un grupo de personas, la multitud con flores, globos y letreros se avalanza amenazadoramente. Cuando esperas puedes hacer tres cosas: mirar discretamente la etiqueta de las maletas para ver de qué aerolínea son los pasajeros o de plano preguntar a uno de ellos. La tercera? pues nada, esperar...Claro que esto sucede en casi todos los aeropuertos, pero en el de la Ciudad de México es peor, pues no hay muchas salas de llegada y la falta de información hace que todos los "desesperados esperantes" nos paremos en primera fila para que nuestro viajero nos vea que ahí estamos, al pie del cañón esperándo. Esta experiencia la viví cuando Thomas vivía todavía en Alemania y yo en México. Como es tanto problema, mi familia no va por nosotros, y nosotros lo agradecemos, pues así salimos corriendo hacia la zona de taxis y nadie sufre ni paga cantidades estratosféricas en el estacionamiento. Claro, eso si encuentras lugar, porque ese estacionamiento está lleno siempre. Es mucho más fácil para todos que los viajeros tomemos nuestro taxi y lleguemos a casa, donde se nos espera con unas maravillosas enchiladas verdes y muchos abrazos felices.
Ah! olvidaba lo de las maletas, pues traíamos 4 maletas, y cada quien una bolsa de mano. En el aeropuerto de la Ciudad de México NO hay carritos para que CADA QUIEN cargue sus maletas, a fuerza tienes que contratar a un cargador, que espera con su diablito impacientemente. Son una peste, la verdad. Sé que si hubiera esos carritos, cada quien podría cargar sus maletas y estos hombres quizá no tendrían trabajo, pero sé también que son una mafia en el aeropuerto y que ASA no puede hacer nada o más bien no quiere hacer mucho. Inclusive sé que si a algún despistado se le ocurre irse a parar ahí con su diablito para hacer la competencia y sacarse unos pesos, la mafia de diableros del AICM podría no solamente impedirle hacer esto, sino "partirle su mandarina en gajos". Así como con los taxis, las autoridades del AICM deberían pensar primero en los pasajeros, pues después de todo los aeropuertos son la primera -y la última- impresión que los viajantes se llevan de una ciudad y la bienvenida debe ser lo más cordial posible, sobre todo cuando uno lleva más de 11 horas de vuelo. Deberían autorizar que haya algunos cargadores de maletas, pues habrá gente que prefiera que alguien les ayude, pero habemos muchos otros que preferimos cargar solos nuestro equipaje y ahorrarnos esa lana para pagar el taxi o cualquier otra cosa. Te engañan a la hora de recoger las maletas en la banda, pues ahí sí hay carritos, subes tu equipaje, pasas el semáforo de la aduana y después de los cristales aparecen unos tubos que impiden la salida del carrito, y ahí, frente a la multitud, te ves obligado a bajar tus maletas y organizarte de alguna forma para cargarlas entre toda esa gente. Mientras 2 cargadores comienzan a "ayudarte" Thomas y yo decimos "no, no gracias" y el hombre se nos queda viendo como si hubieramos cometido un pecado mortal, actitud que podría obligar moralmente a cualquier extranjero a aceptar la ayuda, pues esa mirada es como decir "aquí así DEBE hacerse". Pero por qué obligarme a usar el servicio? No quiero usarlo, No me gusta ustarlo y sé que no somos los únicos que preferimos usar un carrito propio. Por otro lado, mis padres, por ejemplo, si por ellos fuera, debería de haber hombres que cargan el equipaje hasta en las estaciones de trenes en Europa. Ven? los absolutos nunca funcionan.
Jalando las 4 maletas por aquellos pasillos llenos de gente llegamos al mostrador de taxis, hay dos empresas juntas que te gritan nuevamente, "taxi señor, taxi señora". Me pregunto por qué en México pensamos que gritar la vendimia hará que se acerque más gente. Los taxis son un servicio que o necesitas o no, y no por gritar más fuerte harás que más gente se suba a un taxi!
Me acerco a la primera ventanilla y le digo --sí quiero un taxi, pero no quiero suburban, "ah pues entonces vaya alado". Alado se ríen y me dicen, que aunque no quiera, con 4 maletas necesito una Suburban. "No cabe en Tsuru". --OK, le digo. Lo que me choca del otro servicio es que no te avisan y te venden la Suburban sin que la necesites y es más cara que un coche. En ese momento se acerca una señora al servicio de Suburbans y acaba mentándole la mamá a la señorita "Sabe? usted me está vendiendo una Suburban y no necesito pagar eso! soy una persona con una maleta, estafadores!"
Nos subimos a la Suburban y una persona nos ayuda --a fuerza-- a subir las maletas a la cajuela. Thomas había subido dos, pero pues no es pulpo y en lo que subía una el hombre cargaba la otra, nos subimos, y nos dice "ahí lo que pueda para la Navidad señor", Thomas le responde --perdón pero no traigo pesos. "No se preocupe, aceptamos dólares y euros". Avanzamos finalmente. Durante el trayecto el chofer habló todo el tiempo por celular. He leído que la atención de un chofer hablando por celular es equivalente a la de un chofer en estado de ebriedad. Venía nerviosa. Qué mal servicio! Se trata de los taxis rojos del aeropuerto. Uno pone su vida en manos de los choferes, no exagero-- y estos vienen pasándose semaforos en rojo, hablando por celular, y echando la mega camioneta a pequeños autos en el camino. Yo soy mexicana, chilanga, pero cada vez que llego a mi país, llego como extranjera pues, entre otras cosas, necesito los servicios de taxis y siempre pienso qué pensaría un extranjero cuya primera impresión sea la de un taxista que no respeta las reglas de tránsito?
He de decir que a veces me siento más como extranjera, así pues hay conductas que en México nos parecen normales, pero no deben serlo. Conductas que hace 4 años a mi me parecían normales, pasaban desapercibidas pues, pero no deben ser. En realidad en México violamos muchas reglas no sólo legales, sino morales y sociales, y eso no debe ser, son principios de convivencia que nos hacen vivir mejor, y por eso en la Ciudad de México no se vive mejor. Ésta del chofer del taxi es una de ellas, y de esto se trata el Post: De como encontré mi México, con ojos de alguien que vive desde hace más de 4 años fuera de él.
Llegamos a casa de mis padres, el chofer nos recordó la Navidad de nuevo, le dí una moneda de 2 euros. Está casi a 20 pesos! era una buena propina! Claro, hasta que Thomas me recordó que en las casas de cambio no cambian monedas...
Si Toma, No Maneje...Reflexiones sobre el Alcoholímetro.
El Alcoholímetro tiene ya 5 años, pero la cultura de No conducir en estado de ebriedad en México sigue intacta. Pasé mis años de universitaria (más que los de adolescencia pues no pude salir a la disco hasta cumplidos los 18) arriesgando mi vida y la de los demás. No se vale mentir. Todos salimos a la disco a consumir varias --muchísimas-- copas, pues para tener una buena mesa de pista te obligan a comprar al menos una botella de las caras. A los 18 o 19 años salimos todos los escuincles con los plásticos de papá a comprar botellas y tomárnoslas y después volver a casa con prisa porque las chicas tenemos que volver antes de las 2 y salimos del Bandasha a la 1.45. El chofercito del Hikari con bocinas de discoteca trae encima 5 cubas -y eso si no se pusieron espléndidos y pidieron una de Moet- y toma las curvas del periférico a la altura de chapultepec por tres carriles, mientras la noviecita con 3 whisky sours encima le sube a U2. Así volvimos a casa durante años. Afortunadamente nunca, nunca, nos pasó nada. Pero desafortunadamente hay muchos quienes no pueden contar esto, o quienes lo cuentan con lágrimas en los ojos.
En 2005 el gobierno de la Ciudad de México implementó el famoso alcoholímetro, bravo! pensé -antes de leer la barbaridad jurídica con lo que lo establecieron (haz doble click en la foto de arriba para leer mi carta) . A parte de cuestiones legales, el alcoholímetro y las sanciones por conducir en estado de ebriedad (aunque hayan sido una o dos copitas) me parece una medida excelente, pues nos protege a todos. El problema que quiero tratar aquí no es la de la medida en sí, sino el problema de la cultura cívica o de responsabilidad que en México sigue intacta y alguna sugerencia para que funcione mejor.
A 5 años de su existencia y a muchos, muchos años de haber terminado la Universidad, encuentro en mis amigos y conocidos la misma irresponsabilidad a la hora de consumir alcohol y conducir un auto. La gente prefiere tomarse una copa -o muchas- y evadir por rutas los alcoholímetros. Es como si se tratara de un juego de valentía o audacia. Me tomo 5 cubas, me emborracho porque quiero, "el gobierno no me va a decir qué hacer, el alcoholímetro? agh no manches! que exagerada, no hay de aquí a Las Águilas. Órale pídete algo." Yo antes pensaba así también. Qué exagerado Thomas que si maneja no toma ni una cerveza. Hoy he aprendido a entender de qué se trata. Se trata de ser responsable, de pensar en mi, en la gente que viene en mi coche y en todas las personas que podrían toparse conmigo en el camino. Así de sencillo y así de importante. Todos sabemos, aunque desafiemos al alcoholímetro que no vamos a reaccionar igual, todos nos mentimos a nosotros mismos a la hora de tomar el volante y responder a los demás o a nosotros mismos "estoy bien", pero sabemos que no es cierto y que nos estamos autoconvenciendo de que "estamos bien", lo cierto es que la ciencia no miente y los niveles de alcohol en la sangre indican claramente los grados de embrutecimiento y disminución de reflejos. No se trata de que uno diga "yo aguanto mucho" o "estoy bien", se trata de que con X grados de alcohol en la sangre uno se convierte en una amenaza. Y eso es lo que no entienden.
Thomas y yo nos vimos X día en X restorán con unos amigos, desde la hora de la comida comenzaron a tomar, la comida y la plática muy amenas, eran ya las 2 am y seguían tomando. A esa hora el mesero anunció que cerraban la barra, no pregunté, pero seguro que esto tenía que ver con la inteligentísima ley de la ALDF de cerrar la venta de alcohol a las 2am para "evitar accidentes". Claro, mis amigos ya traian una estocada que ya quisiera el Juli en sus mejores tiempos. Ya "loleaban" (cuando hablas borracho), neceaban y sus ojos daban ciertas vueltas alrededor de la órbita ocular. Todo esto puedo decirlo pues Thomas y yo nos habíamos tomado una cerveza cada quien a la hora de la comida. Al anunciar el cierre del bar, el mesero sabiamente anunció que podríamos pedir "una ronda más", claro respondieron todos, "traígase dos rondas más para todos". Nosotros veníamos en taxi y aceptamos las cervezas. Mientras los fumadores salíamos al super frío a consumir de manera humillante el tabaco, los demás seguían tomándose sus cubas, perlas negras y vodka tonics con gran alegría. Pagamos la cuenta. Quien sabe si se tomaron lo que la cuenta decía que se habían tomado, pero el número de cubas era impresionante: 34. Aníses fueron 5. Vodkas 22. Las famosas gracias a la mercadotecnia, y muy nacas, perlas negras fueron 7 y los calimochos de ignorante (con buen vino) ascendieron a 12. Las cervezas fueron 4 negras modelo y 4 victorias. Pagamos y nos despedimos en el área de fumar, osea, en la calle. Thomas y yo buscamos un sitio de taxi. No había. Los demás pidieron sus coches al valet. Mientras llamamos a un sitio de taxis, los demás se subieron balanceándose a sus autos y todavía, ofrecieron "ride" a otros. Así, después de ese consumo se fueron casi todos manejando y otros en los asientos del copiloto. Y los alcoholímetros??? pensamos Thomas y yo. Pues nada, que seguro no debe de haber en el camino a su casa y que seguro ya saben "la ruta" que deben tomar para evitarlos. Nuestro taxi llegó unos 10 minutos después de que todos se habían ido. Nos subimos esperando no encontrar a ningún hábil sorteador de alcoholímetros de ahí a la casa...
La reflexión es seria, por qué no podemos dejar de tomar si vamos a manejar? por qué no podemos darnos cuenta de que no es habilidad ni chingonería emborracharse, manejar y no ser "cachado"? por qué no podemos poner el ejemplo a los adolescentes que hoy hacen las mismas tarugadas que nosotros? por qué no podemos respetar una maldita regla de convivencia? por qué la sanción del alcoholímetro se convierte en chiste (pasar 36 horas e un centro de detención administrativa, con desayuno inlcuído)? por qué no se imponen sanciones más severas? Si el Gobierno capitalino se atreviera a reformar el sistema de tránsito podría funcionar mejor. México es de los pocos países que regala las licencias de manejo. Obtener una es cosa de tener ganas, dinerito y tiempo. Por esa razón la licencia de conducir mexicana no sirve en otros países, pues en ellos, para poderla obtener uno debe cumplir horas de clases prácticas y teóricas de manejo, que no, no solamente toman los ñoños o los que no quisieron aprender más jovencitos. Las sanciones por violar la normativa de tránsito llegan hasta la pérdida de la licencia para siempre. Quien maneja en estado de ebriedad sabe que está cometiendo una falta grave y que se arriesga a perder la licencia por un año, si un año! y si reincide podría perderla para siempre. En México en cambio, se convierte en una hazaña burlar la regla y en un chiste si pasas la noche en el torito. Una historia más que contar. Las historias de sobremesa capitalinas son un honor al surrealismo en que viven en la capital más grande del mundo: cuántas veces te han asaltado, a cuántos secuestrados conoces y cuántas noches has pasado detenido por haber conducido en estado de ebriedad.
Si queremos legalidad, hay que empezar por respetarla por convicción propia, no por miedo a la sanción. Tomar y manejar no combina. Si no lo hicimos por nosotros. Hagámoslo por nuestros hijos.
Sigue:
El Turibus y el Centro histórico, Bravo!
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