miércoles, 18 de noviembre de 2009

Tenemos nuevo Ombudsman


Ayer tomó posesión el nuevo Ombudsman Raúl Plascencia, en presencia de su ex-jefecito, José Luis Soberanes. Plascencia dijo algo raro:
"Afirmó que buscará la colaboración de distintos órganos del Poder Legislativo para superar la problemática que impide la armonización legislativa; reforzará la presencia internacional de la CNDH y en cuanto a la tendencia de autoridades de no aceptar las Recomendaciones, impulsará una reforma legal para que las autoridades obligadas a acatarlas, en caso de no hacerlo, enfrenten algún tipo de responsabilidad." (Nota del Reforma)

No entiendo lo de la presencia internacional, ni lo de las responsabilidades... Alguien me explica?

Para despejar algunas dudas, copio aquí dos columnas de mi amigo Paco Acuña, experto en el tema del defensor de los derechos u Obmudsman. La tarea del Ombudsman como él mismo me ha explicado, consiste en defender a los individuos de las violaciones a sus derechos por parte del Estado, punto. No más, no menos. Pueden leerlo todos los domingos en el Excelsior

Ombudsman (confusiones interesadas)
Francisco Javier Acuña
18-Oct-2009
El defensor del pueblo ejerce un mandato y ofrece un servicio público, el de la mediación correctora y reparadora a favor de las víctimas de la gestión pública defectuosa o indebida.

El ombudsman no es una Súper ONG, como algunos equivocadamente creen. Con las organizaciones de la sociedad civil debe sostener una relación cordial y de colaboración estrecha, mas no fundirse y menos confundirse con ellas. Aquellas son vehículos de reclamación y denuncia de injusticias estructurales y de arbitrariedades concretas, han de ser combativas y fulminantes, sólo así son útiles a la democracia, fundan su tarea en el humanitarismo de emergencia, comunican una cultura de solidaridad con los oprimidos y un halito de esperanza a los lastimados por los agentes gubernativos y en esa última faceta de su misión convergen con el ombudsman, solo que por métodos distintos.

El ombudsman es un instrumento de remedio que debe garantizar el desarrollo de sus potestades por la vía de la legalidad, ejerce un mandato y ofrece un servicio público, el de la mediación correctora y reparadora a favor de las víctimas de la gestión pública defectuosa o indebida.

Tampoco es una agencia de beneficencia pública o filantrópica, el ombudsman es un termómetro de la legalidad del medio publico, es un semáforo que pone alto al tren gubernativo en los cruces donde pasan los habitantes a efecto de impedir los arrolle con indiferencia y es, también, un restaurador diligente de los constantes daños humanos que por descuido, ineptitud, frivolidad o perversidad cometen los funcionarios públicos en perjuicio de personas concretas o de la sociedad en su conjunto. Si esa mediación oportuna y esa reparación adecuada se logra se convierte en un pilar de la república (de la cosa pública). Ni Gandhi o Luther King, ni el Llanero solitario o Superman, ni una sucursal de la Cruz Roja o del Teletón.

Un ombudsman, al margen de sus convicciones personales (si es creyente o agnóstico, si es deportista o antideportista, etcétera) ha de saber encarnar un alto cargo, su proceder publico ha de ser laico en contraste a ser o parecer fundamentalista de cualquier credo o ideología, por eso no puede ser un radical y menos un histrión. Ni un saltimbanqui (chivo en cristalería) ni un lastimoso bufón de la corte, simplemente un personaje solvente en sus credenciales profesionales, sensato en sus juicios y decisiones y sólidas en el medio social. Su persuasión se basa en la calidad de sus recomendaciones.

¿Cuántas recomendaciones debe emitir? Las necesarias. ¿A quién vinculan?, al propio ombudsman que las emite, habrá de responder por ellas ante el Legislativo (que lo nombró para vigilar las conductas públicas dañinas a la ciudadanía); por tanto, si las recomendaciones son sesgadas o impertinentes serán objetadas o aceptadas pero incumplidas.

La ley obliga al ombudsman a desempeñarse con objetividad, si no lo hace, es porque también habrán fallado los mecanismos parlamentarios para exigirle que cumpla su delicada labor.

¿Tendremos el ombudsman que merece la nación? Esperamos que el Senado de la República elija al mejor.


La CNDH ¿premio o reto?
Francisco Javier Acuña
25-Oct-2009
Los logros y aciertos del ombudsman son un bien público y no le pertenecen a nadie, ni siquiera a quien los hizo posibles.

A la UNAM, por el premio Príncipe de Asturias

Intensa, la pasarela de las personalidades que de manera decidida, se anotaron por considerar que sus atributos encuadran con el perfil del próximo ombudsman.

Aspirar al servicio público es un derecho y un deber de congruencia profesional digno del más amplio respeto, por tanto y al margen de a quién elijan los senadores como nuevo presidente de la CNDH, el ejercicio de licitación pública de las cualidades y credenciales de los aspirantes es ya un signo de transparencia y un síntoma de la cultura democrática que se arraiga entre nosotros.

En la historia del ombudsman han declinado a esa altísima distinción destacados personajes y no por falta de méritos, sino por una cuestión de grandeza personal y generoso sentido de Estado, al estimarse más útiles a la nación en otras funciones como las de la investigación académica y la docencia, fue el caso de don Héctor Fix Zamudio precursor infatigable de la institución.

Mientras la CNDH es una institución apreciada por la población, según encuestas neutrales que confirman que la ubican en un nivel aceptable respecto de otras instituciones, esas impresiones son rechazadas por sectores de las organizaciones de la sociedad civil especializadas y más aún por intelectuales que, como nunca, han incidido en el proceso de renovación de la CNDH y exigen que el ombudsman sea un activista de temas frontera. Otros creen que ha de ser un sereno, enérgico defensor frente a los abusos gubernativos y un equilibrado promotor de todos los derechos humanos sin cortapizas ideológicas o religiosas. Una persona versada en los asuntos públicos, un articulador de soluciones de reconciliación social en una era de crisis económica e inequidades profundas, que intervenga sin espectacularidad.

La competencia por el puesto es legítima y saludable en la medida en la que esa experiencia abunde en beneficio de la credibilidad de la institución. Flaco servicio le hacen a esa causa quienes por expresar sus desacuerdos con la gestión actual proponen absurdos: que sus recomendaciones sean vinculatorias como las sentencias de los jueces y otras sandeces como que sustituya a la colección de organismos arbitrales (la Profeco y similares).

El acervo de la CNDH acumula las mejores prácticas que desde ella alcanzaron los cuatro titulares que ha tenido. Los desaciertos, desmesura, pasividad o arrogancia que le acusan como fallas de cada época, en mayor o menor medidason un reto a corregir, pero no pueden ser utilizadas para dinamitar el prestigio institucional que tenga, por poco que parezca. Los logros y aciertos del ombudsman son un bien público y no le pertenecen a nadie, ni siquiera a quien los hizo posibles porque precisamente fue nombrado en su tiempo para acertar con su labor, y en ello debe ser corresponsable el Senado, a través de las comisiones parlamentarias que se encargan de mantener una relación vigorosa con la CNDH y que a la vista no siempre ha ocurrido.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails