El miedo a la reelección
Por Juan E. Pardinas
En la película El mago de Oz una niña de Kansas, un hombre de hojalata, un león y un espantapájaros emprenden la búsqueda de un poderoso hechicero que les ayudará a resolver sus respectivas crisis existenciales. En apariencia, el mago es una figura monumental con una voz grandilocuente. En realidad, el brujo omnipotente es un chaparrito escondido detrás de una tramoya escenográfica controlada por palancas y poleas. ¿En qué se parece el Mago de Oz a la partidocracia mexicana?
Todos los días se lee, se escribe y se habla de los súper poderes de la partidocracia mexicana. Ese multicitado sustantivo es una fachada que esconde a un grupo de personas que se pueden contar con los dedos de las manos y, tal vez, de los pies. El Mago de Oz no existe, la partidocracia tampoco. Sí existe una señora que se llama Beatriz Paredes, un señor Enrique Peña Nieto, otro licenciado de apellido López Obrador y un presidente Calderón. Ya casi usé todos los dedos de una mano para nombrar a los más visibles políticos profesionales que se guardan detrás de ese edificio de cartón que denominamos partidocracia.
Una de las poleas más importantes en el funcionamiento de esta escenografía es el mecanismo de la no-reelección. Esta palanca permite un férreo dominio sobre el futuro profesional de 128 senadores, 500 diputados federales, 1120 diputados locales y 2443 presidentes municipales. Si se rompe este mecate de control, los funcionarios electos van a tener la libertad de seguir representando los intereses de sus padrinos políticos y de grupos particulares, pero también habría alcaldes y legisladores que prefieran apostar su carrera en defender las causas de los ciudadanos.
La reelección inmediata y acotada del Congreso y los ayuntamientos no es una varita mágica para resolver los problemas de la democracia mexicana. Sin embargo, la iniciativa sí representa una revolución a los incentivos que acicatean al gremio político. ¿Quiénes serían los principales perdedores si se aprueba la reelección? Los maguitos de oz que pertenecen a la vieja escuela del sistema político mexicano.
Las reformas políticas de las últimas dos décadas han tenido como actores centrales a los partidos políticos. Cada nueva ola de reformas buscaba atender una preocupación de la agenda partidista: ¿cómo garantizar la presencia de partidos minoritarios en el Congreso? ¿Cómo resolver las dudas y conflictos que surgen de una elección poco clara? ¿Cómo diseñar instituciones electorales autónomas? ¿Cómo garantizar el financiamiento y el acceso equitativo de los partidos a los medios de comunicación electrónicos? En esta sucesión de reformas electorales, los ciudadanos fuimos, en el mejor de los casos, beneficiarios indirectos y actores secundarios.
La propuesta de Felipe Calderón para permitir la reelección de legisladores y ayuntamientos le daría un poder inédito a los ciudadanos mexicanos. Hoy el sufragio es una herramienta útil para designar a las personas encargadas de ejercer el poder político. La reelección transforma el voto en un medio para premiar o castigar, de forma unipersonal, a nuestros representantes políticos. El periódico Reforma acaba de publicar una encuesta donde pregunta: ¿usted está de acuerdo o en desacuerdo con la reelección de diputados federales? El 68 por ciento de los ciudadanos encuestados manifestó su rechazó a la propuesta. La posibilidad de que el legislador Gerardo Fernández Noroña se reelija en su cargo me descompone la bilis. Sin embargo, la posibilidad de que mi voto le descalabre su carrera legislativa me infunde esperanza en el futuro de mi país. En toda encuesta, la forma de la pregunta es un anticipo de la respuesta. Debemos empezar a pensar en la reelección no como una plataforma para perpetuar a los personajes impresentables de la política nacional, sino como una fusta para mortificarlos. La reelección le devuelve el poder a los sujetos olvidados de la transición democrática mexicana: los ciudadanos.
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Fecha de publicación: 6 Dic. 09
domingo, 6 de diciembre de 2009
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