Frente al dilema
Por: René González de la Vega
El Sol de México
9 de marzo de 2011
Un dilema puede definirse como una situación en la que un individuo "X" sujeta dos normas (deseos, convicciones, valores, etc.), digamos una norma "A" y una norma "B", que en determinadas circunstancias son incompatibles y, por lo tanto, de imposible realización conjunta. Digamos, el caso sería el de alguien que sostiene la norma moral "nunca mentir" y la norma moral "siempre salvar vidas humanas" y que se encuentre bajo la disyuntiva de que para poder salvar la vida de un individuo tenga, necesariamente, que mentir. En un caso como este, una de las normas en conflicto tiene que "ceder" frente a la otra por las circunstancias especiales del caso. Sin embargo, ello no quiere decir que el individuo que sostiene ambas normas dejará de percibir una especie de "pérdida" o "sacrificio" generados por el simple hecho de "haber mentido"; es decir, haber dejado uno de los valores de lado
Son muchos los autores que niegan la existencia de casos dilemáticos o trágicos en el Derecho (y en la moral también). Algunos los califican como ejemplos inventados por filósofos de gabinete. Otros, los tachan de simples relatos de ficción. Sea como sea que se les llame, lo cierto es que estos autores tratan de hacer valer una serie de artilugios teóricos y retóricos para disolver el "aparente" dilema enfrentado. Por ejemplo, en el caso de una persona que hace dos promesas incompatibles, promete llevar a su hija al parque y promete prestarle el coche al vecino, pero por determinadas circunstancias no puede hacer ambas cosas a la vez, prestarle el coche al vecino y llevar a su niña al parque, algunos dirían que una de las promesas ha quedado sin validez o que, en realidad, esta persona no hizo ambas promesas con entera honestidad. De acuerdo. Puede ser. Ahora piénsese en el caso de una persona como Sophie, quien frente a la amenaza de un oficial de la SS tiene que escoger a quién de sus dos hijos ha de matar el oficial. La disyuntiva dilemática en la que se encuentra Sophie es: o elige a uno de entre sus dos hijos o el oficial acabará por matar a ambos.
Claro, hay grados de intensidad en qué tan trágico es cada dilema. Pero todo esto me lleva a que al parecer hemos estado enfrentando un dilema serio, que podría marcar una diferencia en cómo entendemos y consideramos el peso y el rol de nuestros derechos en México y, ya sea porque somos detractores de dilemas o ya sea por miopía intelectual, no hemos querido entenderlo de esa manera. Si la juez federal no otorgaba la suspensión provisional del documental: 1) protegía, sin duda alguna, uno de los reclamos sociales más importantes y serios que se han hecho en México hasta ahora. Es decir, detenía una corriente de información a la que todos tenemos derecho de acceder. Pero a costo de 2) echar por tierra una de las pocas herramientas que todavía sirven en el sistema jurídico mexicano para detener actos de autoridades que violan nuestros derechos (herramienta que de no existir no hubiera estado, tampoco, a la mano del "Presunto Culpable") y, en consecuencia, no hubiera podido proteger los derechos de un individuo (que aunque haya cursado dos años escolares y no le guste leer a Shakespeare sigue teniendo los mismos derechos que el resto de "intelectuales" mexicanos). Esto es, que visto desde una lupa más potente que la de la simple descalificación retórica, fuese cual fuese la decisión de la juez en este caso, ésta traería consecuencias jurídicas indeseables o trágicas: ¿o protejo los derechos del individuo "A" o protejo el interés general de seguir proyectando "B"? ¿O protejo la institución de la suspensión provisional o la echo por la borda y la próxima vez que se vuelva a presentar un caso donde los derechos comunitarios choquen con los derechos de un individuo no podré otorgar dicha suspensión? Me parece que el problema es serio. Digno de estudio y análisis reflexivo. El sacrificio de cualquier decisión es enorme. Dejar los derechos de un individuo de lado o dejar de lado el derecho a informarse de todos. De igual manera, la juez debió pensar: si no otorgo la suspensión, seré calificada como una juez parcial y de baja calidad; si otorgo la suspensión, seré calificada de antidemocrática y opaca. Haga lo que haga, tendrá un costo.
Sorprendente: cuál fue la respuesta frente al dilema. Nada. Que todo se trata de un falso problema. Primero, lo "disuelven" diciendo que la "suspensión" no es suspensión, sino "censura". Por supuesto, si califico un acto con una palabra francamente peyorativa dentro de una democracia, parecería que uno de los cuernos del dilema desaparece. La otra solución fue decir que no se trata de una censura, sino de una treta tipo complot donde algunos "poderosos" han aconsejado al pobre individuo de escasa escolaridad y por eso el amparo no es legítimo. Porque el señor "testigo" no sabe lo que hace. Si lo supiera (es decir, si éste fuera doctor en Derecho, por lo menos) sería creíble su reclamo. Por lo tanto, no es dable pensar en que deba existir una suspensión.
Negar la existencia del problema nunca ha sido su solución. Por más que nos tapemos los ojos con las manos y repitamos varias veces: "no hay problema", "no hay problema", "no hay problema", ello no significa (aunque unos crean que sí) que no haya problema.
gonzalezdelavega@yahoo.com
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