El día de hoy concluye la publicación de mi serie sobre el Muro de Berlín en mi columna Treinta y Siete Grados en Animal Político.
Sobre ello una reflexión:
En la entrada "Las Púas de Rose" expliqué cómo la Cuestión de Alemania, es decir, la división de Alemania en dos, una de ellas una brutal dictadura, debía ser vista desde cinco dimensiones, una de ellas, la humana. Y es que creo que no se debe ver la historia del Muro como un evento histórico lejano en el tiempo y en el espacio que se lee en libros, revistas o blogs, sino hay que verlo como una realidad latente. Por un lado porque la gente que vivió eso, convive hoy entre nosotros, aunque no les conozcamos personalmente, allí están, sus historias, sus experiencias, aprendamos de ellas. La libertad es tan escencial al ser humano, que debemos aprehenderla para poder ejercerla. Segunda, porque las ideas de levantar paredes siguen en las mentes de muchos y el Muro de Berlín no es el único, ni desgraciadamente, será el último.
Me llama la atención que hasta el día de hoy, fuera de Alemania, no haya películas o documentales sobre esto. No encuentro historias, relatos, crónicas sobre este suceso que debería ser una lección (otra más) para la humanidad. Hay libros que nos cuentan la historia, de los "de arriba", en mi idioma encuentro muy pocas historias sobre la gente, sobre lo que en verdad significó el Muro en las vidas de las personas desde Alemania hasta Moscú.
Por eso quise celebrar en mi blog su caída, traducir lo que aquí en Alemania es cotidiano en la radio, televisión, revistas y periódicos, para que se entienda qué fue realmente el Muro para los alemanes. Y no, solamente, qué fue el Muro para la historia de la humanidad, para la política internacional, o para las ideologías.
Personalmente la historia del Muro de Berlín me era tan igual como cuando estudiaba otros acontecimientos en mi clase de historia. Mi estancia en Alemania desde hace ya casi siete años, pero sobre todo, mi nueva familia desde hace casi 10 me ha hecho comprender la dimensión humana de esa pared que los aisló del mundo. La historia de sus vidas giraba alrededor de una frontera cerrada, la limitación de los sueños y de los anhelos, las ideas, los planes chocaban contra esa pared que con el tiempo fue pintada de colores para menguar la grisura mortal con que amenazaba del otro lado.
El Muro no solamente dividió una ciudad y sus vías de comunicación, el muro pasó por enfrente de tu casa y no te dejó volver a ver a tus hermanos, tus vecinos, a tus amigos, a tus abuelos. Aquél parque donde te gustaba leer bajo la sombra del árbol, quedó del otro lado. La placita donde tomabas el helado, estaba prohibída. El muro te impidió ir a la escuela a la que ibas y te limitó la elección de universidad, te impuso un pensamiento, una idea, una moda, una fe, la comida y la bebida, a tus amigos y a tus vecinos. Te perdiste el bautizo de tu primo, la boda de tu hija, el funeral de tu padre. Cuando te dejaron viajar, encontraste a tu amigo de la infancia con arrugas y ya no tenían de qué conversar. Habían visto otras películas, vestían otra ropa, oían otra música, habían visitado otros países. Cuando soñaste, chocaste contra el muro, tus alas alcanzaban volar -si conseguías un permiso- hasta Polonia, quizá Hungría. El perpetuo temor al "enemigo" y a tu propio juicio en tus elecciones. A que tu vecino te vigilara, a que tu amante fuera de la Stasi. Todo movimiento debía ser calculado, evaluado. La libertad se había vuelto clandestina, se movía en el secreto, hablaba bajito con en el paso inseguro de quien tiene la consciencia intranquila. Traer un par de tenis nuevos era un atrevimiento, lo mismo que ver McGyver, traer una marca, tener ganas de tomar una cocacola, abrazar a Mickey Mouse, oir a Michael Jackson.
El muro dividió, pero también simbolizó el encadenamiento de generaciones a los delirios de un grupo de sátrapas. Mi entendimiento no me da.
He llorado las lágrimas de los encerrados, he sentido la indignación de quien tiene prohibida su dignidad, estoy todavía tratando de escapar del encadenamiento. Sigo sin entenderlo. La libertad implicaba dar a cambio la vida, pocas veces se ganaba en este pacto con el diablo. No encuentro explicación. Leo las razones, las justificaciones de los que tuvieron el poder de hacerlo o de evitarlo. ¿Qué se pudo hacer? Se jugó como con un alfil.
¿Quién puede creer que algo o alguien es más importante o más grande que la libertad de las personas? ¿Quién puede realmente pensar que hay alguna noción como "pueblo", "nación", "estado", "honor", "raza" que pueda arrancarle los sueños de los individuos?
Cada día que pasa y que me sumerjo más en este tema, valoro más mi libertad y me doy cuenta de cuánto se desprecia, cuánto hablamos de lo que no valoramos. La libertad se comprende, sólo cuando la haz perdido. Se comprende cuando simpatizas con quien la ha perdido.
Dicen que soñar no cuesta nada. No, no cuesta sólo cuando los sueños no chocan contra los muros. Por eso, celebremos su caída, sin ella, mi famlia estaría incompleta.
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