René González de la Vega
De toros, abortos y homosexuales
A propósito de lo que se discute en la ASLDF sobre la fiesta brava, los conservadores de esta ciudad ya han comenzado arremeter con una serie de argumentos en favor de dicha fiesta. Los argumentos, como es común entre los conservadores, intentan usar las herramientas del liberalismo en su contra. Sin embargo, la estrategia no es nada más ingenua, sino que crea falsos argumentos.
La base de los argumentos conservadores es la tolerancia. Lo que los conservadores le preguntan a los liberales es: ¿dónde quedo la tolerancia que predican? Pues les parece un "sinsentido" que en la ciudad donde los liberales demandan tolerancia hacia el aborto, los matrimonios homosexuales e, "incluso", para que estas parejas puedan adoptar, se quiera ahora prohibir la matanza de toros. (Eduardo Andrade, "Aquí se puede abortar...", El Sol de México, 8 de noviembre).
Me voy a detener en cuatro aclaraciones que, me parece, el liberalismo tiene que hacer frente a esta clase de argumento conservador:
1. La tolerancia del liberalismo no es una "tolerancia boba". Esto es, no guarda "los criterios del tonto dispuesto a tolerar cualquier acto o actividad creyendo que con ello pone de manifiesto su amplitud de miras o su comprensión del prójimo". Frases como "cada cual puede jugar el juego que le plazca" de Jean-Francois Lyotard, "Todo es arte" de Joseph Beuys o el "todo vale" de Paul Feyerabend, hacen que la tolerancia sea imposible de definir. Los liberales saben que la ausencia de límites frente a lo tolerable no solo hacen de la tolerancia algo inútil, sino peligroso. Por más paradigmático que suene: para que la tolerancia exista requiere de un cerco de intolerancias que la definan.
2. El argumento liberal para defender el aborto, el matrimonio entre homosexuales y que estas parejas puedan adoptar, a diferencia de lo que los conservadores suponen, no corre por cuenta de la tolerancia. Para un liberal se trata de derechos y de respetar la autonomía de las personas. Aquí la tolerancia se convierte en un vicio. Goethe tenía razón, en estos casos "tolerar es insultar". Lo que los liberales buscamos no es tolerancia, sino que se reconozcan los derechos que tenemos para casarnos con quien queramos, que podamos generar el plan de vida que mejor nos acomode y que, en última instancia, podamos vivir la vida que creamos vale la pena de ser vivida. No es tolerancia lo que exigimos, sino el reconocimiento pleno y completo de nuestros derechos y libertades.
3. Una cuestión que deben los conservadores ver, es que el argumento liberal para prohibir la fiesta brava está fundado en razones morales. Es decir, que no recurre a la tradición ni a la cultura para argumentar en contra de ciertas prácticas. (Véase mi nota del 23 de marzo de 2010). Mientras que los defensores de la fiesta brava, no han encontrado otros recursos que vayan más allá de la tradición, el arte y la cultura para sostener la importancia de tan primitiva actividad. Al menos que los conservadores pretendan equiparar el valor de los principios morales con las expresiones culturales, tendrán que buscar más en su bolsa de recursos para ver si hay razones MORALES que puedan defender dicha "fiesta". Pues las razones que se tienen para su prohibición son de esa calidad y, hasta donde los liberales hemos entendido, derrotar una razón moral haciendo alusión a la cultura o a la tradición, sí es una sinrazón. Repárese en que los derechos culturales del artículo 4° constitucional tienen los mismos límites que vengo mencionado.
4. Por último, hacer mención del "principio del daño" liberal no los sacará del aprieto. No es suficiente con decir que los amantes de la fiesta brava asisten a sus rituales sin hacer daño a nadie. Pues, precisamente, aquí el punto de debate es ese "nadie". Lo que tendrán que argumentar es por qué los seres humanos tenemos el derecho de divertirnos a expensas del sufrimiento causado deliberadamente a otro ser vivo.
Juan Ramón de Caso:
Estimado René, sabes que te respeto, te aprecio y estimo en todo lo que vale tu amistad. Normalmente coincido con tus puntos de vista y tus opiniones, aunque en ocasiones no las comparta. En ésta ocasión tengo que confesar que disiento de tu concepción de que no existen otros argumentos para defender la práctica de las corridas de toros. En primer término tengo que confesarme aficionado, pero el tener gusto por la bien o mal llamada fiesta de los toro,s no me impide ver algunas cosas que usualmente se pierden de vista, fundamentalmente para los antitaurinos. Te propongo como punto de partida el hacer una consideración respecto de la naturaleza jurídica del toro. Eres una persona y un profesionista al que respeto intelectualmente y lo sabes. Te invito a que juntos hagamos este ejercicio.
René Gde la Vega:
Por el contrario Juan Ramón. Muchas gracias por el comentario. Me parece que es importante no perder de vista dos cosas. Una “formal” y otra “sustantiva”: la formal es que en este texto contesto un argumento. En realidad, no construyo uno mío, sino me encargo de decir por qué el argumento de defensa es incorrecto. La segunda, la sustantiva, que es la que nos interesa, es que parto de un punto de vista moral y no jurídico. Esto no significa que me escapo de la pregunta sobre la naturaleza jurídica de los animales (en general), de si tienen personalidad jurídica o no. Me parece, que desde un punto de vista formalista, en el derecho mexicano es claro que los animales no tienen personalidad jurídica; en el sentido, de que no tienen derechos ni obligaciones. Sin embargo, me parece que ese es el debate que debe desarrollarse desde la filosofía moral y, fundamentalmente, la crítica hasta cierto grado al sistema jurídico mexicano. Ahora, hay que distinguir, me parece, entre dotar a los animales de personalidad jurídica, en el sentido de dotarlos de derechos y obligaciones (que, efectivamente, sería una sinrazón), y reconocer que los seres humanos tenemos una obligación (hasta el momento, únicamente, moral) de tratar bien a los animales. Se ha discutido mucho sobre cuáles son las características que tienen los seres humanos que los hacen tan especiales como para tener derechos y que otras criaturas no los tengan. Pues si nos anclamos únicamente en la capacidad cognitiva, parece que estamos perdidos, pues se ha comprobado científicamente que muchos animales también tienen capacidad cognitiva (sí, no al mismo grado que los humanos, pero tienen) además, contestar que no al mismo grado de los humanos también sería peligroso, pues, estamos poniendo grados en esa capacidad, lo que significaría que tendríamos también que ranquear la capacidad entre los seres humanos…..Entonces, habrían unos con más otros con menos y ¿eso tendría efectos en sus derechos? Otra es discutir sobre la capacidad de sentir dolor y de sentir placer…creo que estarás de acuerdo que muchos animales tienen esa capacidad también. O la capacidad de ser felices; me parece que sucede lo mismo. O la capacidad de empatía para con miembros de nuestra especie u de otras especies; algunos animales también las tienen. En fin, se han debatido un sinfín de posibilidades. Pero, el punto central que yo discuto es el siguiente: me parece que hay razones morales para no hacer sufrir gratuitamente (por divertimento puro) a un animal (estarías de acuerdo que yo, por diversión y porque me parece bello, estéticamente bello, le clavará alfileres a mi perro todos los días, o una espada). Y, del lado a favor de los toros, únicamente he encontrado, hasta el momento, razones que hacen alusión al arte o a la tradición. Si estamos dispuestos a derrotar razones morales con base en nuestras tradiciones o en la estética, creo que lo que tenemos que revisar es el peso que le damos a la moral en nuestras vidas. ¿Qué piensas de esto?
Juan Ramón de Caso:
Agradezco mucho tu pronta respuesta; en lo personal el tema me interesa. Son muy interesantes tus consideraciones, estimo que valdría la pena tomar en cuenta otro tema colateral y es el referente al antropomorfismo, que como tu sabes se refiere a atribuir cualidades y caracterísitcas humanas a objetos y animales. Creo que en parte el problema obedece a ésta manía muy en boga. Considerar que los animales sienten como los humanos ¿?. Cuantas veces hemos visto amos de perros o gatos cometer excesos, atribuyendoles cualidades, caracterísitcas o sentimientos humanos a sus mascotas. No recuerdo si fué Unamuno en Del sentimiento trágico de la vida quien afirmaba que lo que distingue a los animales de los humanos es el sentimiento y cito de memoria "... más veces he visto pensar a mi gato que no reir o llorar, quizá llore o ría por dentro pero acaso tambien por dentro el cangredo resuelva ecuaciones de segundo grado" No dese eternizar ésta conversación solo un par de cosas más: creo que las personas cometen excesos en su amor desmedido por los animales olvidandose del amor y la piedad por sus congéneres. Cuantas personas se escandalizan por gatito o perrito abandonado y se muestran insensibles frente al abandono de personas de todas las edades. En otro orden de ideas; es esquizofrénica la fiesta de los toros, lo acepto, el ganadero dedica todo su tiempo, su entrega, su amor sus conocimientos a sus toros, les proodiga todos los cuidados imaginables durante 4 o 5 años para entregarlos al sacrificio durante la corrida que dura menos de media hora. La paradoja más irresoluble que conozco es la del torero que ama a los toros son su vida y sin embargo los mata.
René Gde la Vega:
Querido Juan Ramón: Es muy interesante lo que me dices. Sin embargo, creo que los dos argumentos, el argumento del antropomorfismo y el argumento del olvido de amar al prójimo, son tramposos (con esto quiero decir que son lógicamente falaces). El primero de ellos es una reducción ad absurdum que pretende reducir la defensa moral de los animales a un exceso ridículo de equipararlos con los humanos. Antropomorfismo sería pretender dotar de derechos y obligaciones a los animales; decir que ahora los perros tienen derecho de propiedad y los gatos derechos laborales. Sin duda. Pero como te comentaba la vez anterior, el argumento no va por ahí. El argumento es que los seres humanos tenemos un deber moral (no que ellos tengan derechos morales o jurídicos) de proteger a los animales; de respetarlos como criaturas que viven, sienten (no como los humanos) y tienen capacidad de empatía. Esto es, los que sostienen este argumento no pretenden llevar a la realidad la perspectiva de Cassius Marcellus y sus perros jugando póker. Además, me parece que el argumento del antropomorfismo es también peligroso, pues sugiere que quien respeta a los animales está cayendo en la ridícula postura de quien los dota de caracteres humanos. Si no quieres caer en esta ridícula postura, diría el argumento, entonces, piensa que puedes hacer con los animales lo que quieres. Me parece que no hay una relación entre una y otra de las premisas. Puedo, perfectamente, respetar a los animales sin caer en el antropomorfismo. No creo que para respetar a los animales sea necesario tener que equipararlos con nosotros. Pero eso mismo sucede con el segundo de los argumentos. No creo que haya una relación entre la defensa del respeto por los animales y el hecho de que algunas personas se haya vuelto insensibles ante la tragedia humana. Es decir, no porque algunas personas sean insensibles ante la tragedia humana, elimina el deber moral de tratar bien a los animales. No es una opción excluyente. Quien defiende este argumento diría algo como: “Porque me avergüenza que algunos individuos no sientan empatía con otros seres humanos que han sido abandonados, ultrajados, violados o menospreciados, es permisible maltratar a animales”. Bajo este argumento parecería que la empatía es propiedad exclusiva de la humanidad y que, por tanto, sólo puede ser ejercida frente a otros seres humanos. No sé qué te parezca esto. Pero como te he comentado. El problema es que no encuentro una defensa para el maltrato de los animales que me parezca, hasta el momento, plausible. Es decir, que elimine o que derrote la idea de que los humanos tenemos un deber moral de respetarlos.
René Gde la Vega:
Olvidé añadir una cosa que traía en la cabeza. Me parece que los amantes de la fiesta brava (que no es lo mismo que los amantes de los toros), se encuentran en un problema argumentativo. En qué sentido, si están dispuestos a defender la fiesta, por una cuestión de coherencia ideológica y consistencia con sus ideas, estarían dispuestos a aceptar que yo pueda amarrar un perro al poste y patearlo hasta cansarme. Si no están dispuestos a que yo haga eso con el perro (por las razones que sean), entonces, tendrían que hacer ese argumento extensivo frente a los toros. La cuestión está (y por eso recurren a la tradición o al arte) en que pretenden argumentar, con coherencia y consistencia, en que hacer eso con los toros es permisible y no lo es frente a otros animales. Tú crees que esto es, en realidad, honesto. Zafarme de mis obligaciones morales a capricho.
Juan Ramón de Caso:
Estimadísimo René, lo único que me parece lamentable de ésta disquisición es que no la podamos llevar a cabo en una sobremesa. Te mando un abrazo y mi cariño y respeto de siempre. Para terminar, parafraseando a Julio Torri, utilizo tres de los mejores argumentos para acabr con una discusión: sí por que sí, no por que no y si pero no.
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