miércoles, 1 de agosto de 2012

Buga pro Gay

La revista OhM me invitó a participar en su sección "Voz Hetero" contando por qué una mujer buga se dedica a defender derechos del colectivo LGBTI. Este mes sale mi colaboración.


Leí mal la invitación, que decía caracteres y no palabras, y escribí un texto mucho más largo del que aparece en la revista, así que he decidido compartirlo aquí. De todas maneras compren la revista pues además de ser muy buena, trae artículos y notas interesantes, fotos muy padres y en general es un proyecto que merece apoyo.


Comento que me llamó muchísimo la atención que en Sanborns no la tenían en exhibición, pregunté por ella y de la bodega me la dieron, el señor inmediatamente que me la entregó huyó y no tuve oportunidad de preguntarle por qué no estaba en el estante. No lo volví a ver. Ojalá y haya sido casualidad y no lo que pensé: "¿cómo vamos a exhibir aquí en el estante una revista gay?" Si es el caso, FAIL a Sanborns y les invito a exigir que la revista la pongan junto a otras que, como OhM, hablan de cotidianeidades, política, moda, temas como "salir del clóset" o "salud sexual", nada que no se lea en Cosmopolitan que para el caso tiene textos mucho más explícitos. 


Acá mi texto:


De granitos de arena y autenticidades
Geraldina González de la Vega

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera protestar.»
Martin Niemöller


Comienzo con esta cita -muy usada recientemente en México gracias a Javier Sicilia, quien erróneamente se la atribuyó al dramaturgo alemán, Bertolt Brecht-, pues hace un par de días la usó un chico que se acercó a mí después de que impartí un taller sobre diversidad sexual junto con mis compañeros de Ombudsgay. Este chico universitario me hizo dos preguntas que me parecen pertinentes en este texto, pues es el mismo tema que me trajo a las páginas de OMH: ¿Cómo haces la diferencia ante una sociedad hostil hacia la diversidad sexual? ¿Por qué siendo buga participas en esta lucha?
Comienzo por presentarme: mi nombre seguramente ya lo leyeron debajo del título, en twitter soy geraldinasplace y por lo general soy Geraldina “a secas” o Gera, soy jurista y me he especializado en el derecho constitucional y derechos humanos. Vivo en Alemania desde 2004 estudio un posgrado y desde 2010 me dedico a estudiar, analizar y defender temas relacionados con la diversidad sexual. Mi interés por los temas relacionados con la sexualidad y el género surgió gracias a la discusión pública que desató la aprobación del matrimonio igualitario en el D.F. En mi cuenta de Facebook lo defendí de manera pública ante mis familiares y amigos. Las reacciones de algunos de ellos fueron muy agresivas, llenas de prejuicios y ofensas, y llenas de argumentos desinformados para mi gusto. En ese tiempo empecé a usar activamente mi cuenta de Twitter para defender la reforma de la Asamblea del D.F. Siempre he creído que en un Estado constitucional, es decir, uno basado en los derechos y la democracia, no hay cabida a la discriminación por orientación sexual o identidad de género.
El Estado no puede excluir a nadie del disfrute de ningún derecho o libertad por tener atracción o deseo sexual de personas de su mismo sexo, el Estado no puede tratar diferente a quien tiene una identidad diversa a la que culturalmente se nos dice debe corresponder a nuestro sexo. El Estado no puede prohibir a ciertas parejas la posibilidad de formalizar su decisión de compartir un plan de vida y el matrimonio no es solamente la formalización de derechos y obligaciones, es –también- un mensaje, un símbolo, y este mensaje es el que hacía falta a muchas parejas que en el D.F. podían unirse en sociedades de convivencia. Comprendí que las familias se forman independientemente de lo que el Estado diga o no diga, y que prohibir a los matrimonios homosexuales adoptar, lastimaría a muchos niños que ya viven con dos mamás o dos papás, pero que solamente uno o una es el padre o la madre en el papel.
Defendí ambas cuestiones sin ser homosexual, ni tener familiares ni amigos gay cercanos. No hace falta conocer personalmente a quien le sean violados sus derechos para ponerse en sus zapatos. Al entrar al mundo de Twitter conocí virtualmente a muchas personas homosexuales que hoy son mis amigos y amigas, a quienes estimo y respeto y quienes deben tener todos los derechos, a ser respetados en su diversidad y a ser entendidos en su igualdad como seres humanos. Pero la verdad es que no necesitaba “conocer a alguien” para comprender que discriminar a una persona por su orientación sexual está mal y es incorrecto. 
Desafortunadamente, a pesar de lo que las normas y las sentencias de las cortes digan, la discriminación y las ofensas que muchas personas homosexuales siguen sufriendo en todos los ámbitos de sus vidas sigue siendo la constante. Desde la negativa a inscribir a sus cónyuges en la seguridad social o la imposibilidad de unirse en matrimonio en todos los demás Estados de la República, hasta correr el riesgo de “ofender a alguien” por darle una muestra de cariño a su pareja.
Como si viviéramos en el medievo, hay quien considera que el Estado debe regular nuestra intimidad, nuestra identidad, nuestra sexualidad, nuestra reproducción, y peor, creen que si esto no se hace, la sociedad sucumbirá en un cataclismo, sufriremos de calamidades, “La Familia” caerá en desgracia y, probablemente, la especie humana se borre de la faz de la tierra.  
Entre enero y agosto de 2010, gracias a la acción de inconstitucionalidad que interpuso el Procurador General de la República en contra de la reforma del D.F. las agresiones verbales y físicas fueron muy duras, se dijeron y publicaron toda clase de falacias. La favorita: equiparar la homosexualidad con la pedofilia. Mi favorita personal “¿y cuándo nos vamos a poder casar con nuestros perros?”, da muestra  del nivel de argumentación. Es difícil responder a estos cuestionamientos.
También se culpó a las personas homosexuales del temblor de Haití y de algunos huracanes y tornados. Se dijeron tantas barbaridades, que yo cada vez hice más mío el tema. Era verdaderamente irritante leer a tanta gente repitiendo dogmas, falacias y mentiras. Todo ello con la intención de pavimentar una mayoría en la Corte para echar atrás la reforma del D.F. y relegar a las parejas del mismo sexo a un “matrimonio” descafeinado y a condenar a la invisibilidad a las familias homoparentales.
Para marzo o abril me buscó Alejandro Juárez quien coordinaba entonces el proyecto Ombudsgay dentro de la organización de defensa de derechos humanos I(dh)eas. Alejandro me invitó a colaborar en un informe como amigos de la Corte (Amicus Curiae) que presentarían ante la Suprema Corte mexicana defendiendo la reforma de la Asamblea del D.F. Me tocó redactar los argumentos para la parte más controvertida: adopción por parte de matrimonios homosexuales. Para mí era claro que al permitirla, se protegía a los niños, y no al revés, como alegaba el Procurador y los grupos conservadores. Hice una intensa investigación sobre el tema, leí estudios, en fin. Me di cuenta de mi visión estereotipada de muchos aspectos de la vida, mi heteronormativismo me asustó. Se abrió para mí un mundo interesantísimo, abierto, plural, diverso, de vidas autónomas y libres que buscan ser tratadas como iguales, que buscan desterrar los dogmas, los prejuicios, la predeterminación y lo predestinado, que buscan ser auténticas. Me apasionó, me atrapó.
Hasta entonces jamás había leído nada sobre género, sobre derechos de la comunidad LGBTI (confieso que me sonaba a un sandwich que pedía de niña. BLT: bacon, lettuce and tomatoe), ni sobre derechos sexuales y reproductivos. Al menos no como tema central. Desde entonces mi especialidad en teoría de la constitución y derechos se ha enfocado al tema de familias diversas y derechos sexuales y reproductivos.  
La definición de lo que se entiende por familia y el contenido de la obligación de su protección que se deriva de la Constitución es el tema que trabajo actualmente. Intentar encasillar en un concepto una realidad dinámica, como lo son las relaciones familiares resulta peligroso, dictatorial. Y es esa precisamente la cuestión que gira en torno a la diversidad, ¿cómo hacer compatible una obligación a proteger a las familias sin definirlas permitiendo su pluralidad? –es decir, sin imponer desde el Estado un modelo-.
Mi participación en ese informe de matrimonio del D.F. fue mi entrada a Ombudsgay, que para verano de 2010 se independizó y conformó un equipo, pequeño, pero con muchas ganas de incidir en la igualdad y no discriminación. Alejandro me invitó como Coordinadora Jurídica y desde entonces he participado como apoyo y asesora jurídica. Tenemos muchos planes, muchas ideas. Hay mucho por hacer. Hace falta lucha seria por los derechos del colectivo LGBTI en México, lucha que realmente incida y que provoque un cambio, que se refleje en las normas y políticas públicas. Hacen falta referentes de este tipo para la lucha de la diversidad sexual en nuestro país, quiero que Ombudsgay sea uno de ellos.
En 2011 coordiné un informe Amicus Curiae para apoyar el caso de Karen Atala ante la Corte Interamericana, jueza chilena a quien le fueron removidas de su custodia sus tres hijas por su orientación sexual. Este fue el primer caso que por discriminación por orientación sexual llegó hasta la Corte. Conocí a Karen a través de twitter y la estimo mucho, cuando en febrero se anunció la sentencia favorable a ella y sus hijas sentí una enorme emoción, después de 7 años de injusticias, de discriminación, de señalamientos, de ofensas, Karen fue compensada; y gracias a Karen y a sus hijas, el continente americano tiene ya jurisprudencia que obliga a los Estados miembros del sistema interamericano a respetar y tratar con igualdad a todas las personas homosexuales y a sus familias. El haber sido parte de eso, ver mi nombre, junto al de Ombudsgay en un pie de nota en esa sentencia me llena de satisfacción, pues sé que con granitos de arena logramos incidir en los cambios que van llegando.
Y desde 2010, como una ola, hemos visto poco a poco cambios significativos en el País, en el continente y en algunos lugares del mundo. La ONU ha demostrado su interés en llamar la atención a los Estados para evitar la violencia contra el colectivo LGBTI. Se han emitido varias declaraciones, tanto de la Asamblea General, como de comités de derechos humanos. La misma OEA ha emitido ya cuatro declaraciones llamando al respeto de la diversidad sexual. Este año, Navi Pillay, Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas, publicó un informe sobre violencia contra las personas por orientación sexual e identidad de género.
En México, es lamentable la omisión por parte del Gobierno Federal y los gobiernos de todas las entidades, a excepción del D.F. En los últimos años el colectivo LGBTI ha perdido a importantes activistas, muertos a causa de la homofobia y la transfobia. Sin embargo, la diferencia se hace con acciones pequeñas pero significativas: en diciembre de 2011 lograron casarse en Quintana Roo dos parejas homosexuales, pues el código civil de esa entidad no habla de matrimonio heterosexual, solamente dice “personas”, y la semana pasada una pareja de mujeres obtuvo un amparo en Oaxaca que declara inaplicable la norma que establece que el matrimonio es entre un hombre y una mujer por ser contrario a la Constitución. Ellas podrán casarse pronto. Es posible también, que muy pronto la Corte se pronuncie de nuevo sobre este tema al atraer un amparo contra la exclusión de parejas homosexuales para contraer matrimonio.
Disculparás lector que saque aquí la cuestión electoral, pero sí importa. Al decidir por quién votas, mira las posturas de los candidatos y candidatas sobre el tema de diversidad sexual y vota por quienes apoyen la igualdad. Es importante.
Los cambios vienen, ahí están, y aunque no me atañen directamente, los disfruto como míos. Me beneficio de ellos, pues una sociedad plural, democrática y respetuosa de la diversidad, al final del día me beneficia también a mí.

Comencé este texto contando una historia. La semana pasada fuimos invitados a impartir un taller sobre diversidad sexual a la Universidad Iberoamericana, el primero que esta Universidad realiza sobre este tema. Fue un orgullo que Ombudsgay fuera invitado para ello. La experiencia fue importante, nos mostró que hay mucho por hacer, aún ante los jóvenes. Yo hubiera pensado que en las universidades, el tema de la diversidad sexual no sería ya un tabú. Sin embargo, todavía uno encuentra muchos prejuicios en las aulas universitarias, estereotipos arraigados y comprensiones heteronormativas de las relaciones, de los roles, de la sexualidad. Al concluir el taller se acercó uno de los alumnos de Derecho a quienes lo impartimos, un chico con ganas de incidir, de “hacer algo”, y me hizo estas dos preguntas que entonces le respondí y que ahora me tocó narrar aquí.
Cuando estamos en trabajo de Ombudsgay no me gusta “aclarar” que soy buga, para mis compañeros es un tema importante dicen, pues muestra que la lucha por la igualdad del colectivo LGBTI es una cuestión que atañe a todos, pero para mí implica contradecir precisamente la razón por la que defiendo la igualdad y precisamente porque en otros aspectos debe dar lo mismo si soy buga o soy gay, cuando trabajo como parte de Ombudsgay, o en cualquier otro sitio, debe dar lo mismo cómo me asumo, a quién deseo y qué sexo biológico tengo.
En julio de 2010 participé en un foro a propósito de las deliberaciones de la Corte, mi ponencia se tituló “ser gay es bueno” y desde entonces he procurado usar esta frase en otras ocasiones. La última vez que la usé, me reclamaron que por qué no decía “ser gay no es malo” y que por qué promovía la homosexualidad. Traigo aquí esta cuestión porque para mí el quid del asunto está precisamente ahí:
Ser gay es bueno, igual que ser buga. Ser gay es igual a ser buga. Ser buga no es mejor, como tampoco ser gay es mejor, son orientaciones que no pueden valorarse así. La diversidad sexual es buena y hay que celebrarla –y respetarla. Si partimos de esas premisas, veremos que nuestros argumentos cambian y dejan de ser falaces.
Entonces, a la pregunta de ¿Por qué una buga lucha por los derechos de la comunidad LGBTI? Respondo, por congruencia. Porque creo en la igualdad, creo en la diversidad. Creo en el respeto irrestricto a la dignidad, creo que cada ser humano tiene derecho a ser, a buscar su identidad, a soñarla y a proyectarla y todos tenemos la obligación de respetarla. Creo, como “La Agrado”, que una es más auténtica, cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma.
A la pregunta de ¿Cómo haces la diferencia? Respondo con un cliché: las playas, aunque tarden tiempo, se forman con millones y millones de granitos de arena.


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