miércoles, 5 de agosto de 2009

Crónicas Búlgaras 2/6

Crónicas Búlgaras
Parte 2/6
Por: Geraldina González de la Vega

Si uno sigue derecho por el Bulevar Car Osvoboditel, pasando la Academia, se encuentra el Parque Kristal, y casi enfrente, la iglesia rusa, una pequeñita iglesia en honor a St. Nikolaus el milagroso y en donde se encuentran los restos del arzobispo Serafin, motivo de peregrinaje de muchos ortodoxos. Siguiendo por el Bulevar se encuentra el edificio que alberga hoy un museo de historia natural, separado por un parque, sigue lo que fué el ala oeste del Palacio Real, construído en 1873 para los regentes turcos y después utilizado para los príncipes búlgaros de la restauración. Hoy este palacio alberga el museo de arte nacional, en donde se pueden apreciar pinturas y esculturas de artístas búlgaros entre el siglo XIX y principios del XX, así como una exposición temporal de arte comunista, encontrada en los sótanos del edificio del partido, sumamente interesante. El arte búlgaro de ésta época recibe grande influencia de las corrientes europeas, pero el sentimiento nacionalista y el renacimiento de la independencia búlgara provoca un movimiento un tanto rebelde. El arte de principios del siglo XX comienza a reflejar las tendencias socialistas de la época, retrata al campesino como un santo y a la comunidad como un elemento indispensable. Los cuadros, son en su mayoría reflejos de tradiciones culturales.






Frente al Palacio se encuentra el parque de la ciudad (Gradskata Gradina) que supongo fué el jardín del Palacio. Al fondo se encuentra una hermosa fuente, larga, que apunta hacia el Teatro Nacional, una construcción que puedo imaginar más en Austria. Con una fachada neoclásica, soportada por varias columnas, pueden verse escenas de Apolo y otros dioses, rodeados de caballos. El edificio con dos torres, está pintado de rosa, y en sus puntas están dos carruajes tirados por leones. Afuera del teatro, en un poste encontré restos de cera de colores, veladoras, flores secas, cartitas y fotografías, me acerqué. Se trataba del tributo a Michael Jackson en la ciudad. Al fondo del parque, al otro lado de la fuente, se podía observar a los viejos sofiotas jugando ajedrez en unas mesas de piedra construídas a propósito, bajo la sombra de los árboles.




Exactamente frente a la fachada del teatro, cruzando el parque a lo largo de su fuente, se encuentra la calle Saborna que desemboca en la Plaza de la Presidencia.
Allí se encuentran conglomerados el edificio que alberga el museo de antropología y que antes fuera una mezquita y el Palacio Presidencial, en donde cada hora puede presenciarse el cambio de guardia a paso de ganso. Se dice que los guardias son chicos de familias acomodadas que realizan su servicio militar, y efectivamente, al pasar por la casetita que los lleva a su descanso, la relajación de esos tiesos militares con trajes de lana es de risa loca. Tras las puertas del Palacio se esconde un tesoro de Sofia, la antigüa iglesia de Sveti Georg. En el patio central entre el hotel Sheraton y el Palacio se encuentra ésta rotonda que data del siglo VI y que está flanqueada por excavaciones de los restos de la antigüa Serdica del siglo II.





Desde la rotonda puede apreciarse un enorme letrero que aparece entre una callejuela “Cartier”, y es que entre el Palacio Presidencial y el hotel Sheraton, se encuentra por un lado, la “zona exclusiva de Sofia” y por otro, el barrio del gobierno. Si optas por el barrio del Gobierno, entonces hay que salir de nuevo hacia el Bulevar Car Osvoboditel, y encontrarás de frente, imponentemente blanco el edificio del partido que fué alguna vez el asiento del comité del Partido Comunista Búlgaro y que casualmente ardió en llamas cuando el cambio era inminente. La fachada de éste edificio tiene una columnata neoclásica y una torre con un enorme mástil desde donde ondea orgullosa la tricolor búlgara. Hoy éste edificio pertenece al Parlamento y alberga las oficinas de los legisladores. A su lado se encuentran varios edificios ministeriales y el Tribunal Constitucional. Recto, todavía sobre el Bulevar, se encuentra la estatua de Sofia (la Santa Sabiduría), que se eleva en un pedestal, en su brazo izquierdo se posa un búho y en el derecho sostiene unas hojas de mirto. Bajo ella se encuentran los restos de la iglesia Sveta Petka encontrados gracias a las excavaciones del metro.




A esta hora ya el estómago rugia, como los leones búlgaros, así es que buscamos algo de comer. Como teníamos programada una cena, preferimos comer algo ligero. Para el calor nada más fresco que una sopa Tarator, hecha con yogurt, pepinos, nuez, aceite, ajo y eneldo. El eneldo es muy usado en la comida búlgara, casi todos los platillos lo llevan, y sino, lo usan para decorarlos. La sopa es muy fresca y muy rica, me gusta mucho más que el gazpacho que siempre me ha parecido que me como una salsa cruda. Pedimos ademas unas Kebapche que parecen unas salchichas, pero son en realidad carne molida con forma alargada, muy ricas, acompañadas por papas fritas y una salsa de tomate llamada Lyutenitsa. Para acompañar nuestro “ligero” lunch, pedimos unos platos de salami búlgaro y de queso amarillo o kaskaval. Todo delicioso, el salami es buenísimo, afortunadamente en la aduana no tuve problema para pasar algunos “ejemplares”. También es usual que antes de servir la comida, se ponga en el centro pan campesino (Pitka) que se come con un condimento en polvo, de color rojo y que recuerda a la paprika (Tschubriza). Esta vez nos tocó probar la cerveza Kamenitsa, de la ciudad de Plovdiv, más amarga que la Zagorka. De postre, una baklava, que sabe como los dulces árabes, y claro, pues se trata de una hojaldra rellena con nueces, miel y canela.




Rellenos de estas delicias regresamos al hotel caminando –dando tumbos- hacia el Palacio Presidencial y luego por la avenida General Gurko, dedicada al mariscal de campo Joseph Vladimirovich Gourko, cuyo papel en la guerra Ruso-Turca de 1877/78 que llevó después a la independencia búlgara, fué crucial. Doblando hacia la Universidad se encuentra del lado derecho la plaza del ejército rojo, donde destaca una estatua triunfante que se levanta a 34 metros de altura, de un hombre levantando un rifle rodeado por mujeres y hombres que representan a trabajadores y campesinos. Más abajo se muestran escenas de la Revolución de Octubre de 1917. Del lado izquierdo, se encuentra el mausoleo de Alexander I de Batenberg, primer rey de la restauración quien tuvo que abdicar a "petición" de los rusos por intentar mediar entre éstos y los intereses búlgaros. Después de la caminata, volvimos a descansar un rato al hotel.



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