jueves, 6 de agosto de 2009

Crónicas Búlgaras 3/6

Crónicas Búlgaras
Parte 3/6
Por: Geraldina González de la Vega

Amaneció muy temprano, pero me quedé en la cama una hora más. Habíamos comido y caminado tanto el día anterior, que me sentía cansada. Faltaba todavía mucho por ver.
Tomamos un taxi hasta las afueras de Sofia, donde se podía oler el aroma del bosque acomodado en las faldas de la Stara Planina, llegamos hasta un edificio imponente por el escenario y no precisamente por su arquitectura. Cuadrado y soso, su aburrido gris contrastaba con el verde de las montañas que lo rodean. En un mástil alto colgaba la bandera búlgara, blanca-verde-roja: el verde significa el campo, el blanco y el rojo son los colores de la salud, que se representan todas las primaveras en el día de la Baba Marta (1 de marzo) con los adornos de las Martenisas. Baba significa abuela y Marta es marzo. En este día la gente se regala martenitsas, adornos hechos de estambre con los colores rojo y blanco que simbolizan la salud. El blanco es para el alma y el rojo para la sangre. Las Martenitsas se llevan en la ropa durante todo el mes de marzo y deben colgarse en los primeros retoños que se vean, así, puedo imaginarme los árboles y arbustos de abril como arbolitos de navidad, todos decorados con martenitsas. Los búlgaros adelantan las flores.


El edificio al que llegamos perteneció al partido comunista, allí los dirigentes del partido búlgaro recibían a sus compinches de otras latitudes, así como seguramente buscaron con esos salones con vistas hacia la Stara Planina impresionar a otros personajes. La “sobriedad del proletariado” es verdaderamente alucinante. Afuera del jardín principal hay un helicóptero de guerra, cuya presencia no entendí. Hoy el “palacete comunista” alberga el museo de historia nacional, en donde se pueden ver desde el maravilloso tesoro de oro tracio del siglo IV a.C. hasta la pluma con que se firmó la entrada de Bulgaria a la Unión Europea en 2005.





Después de la visita, regresamos a la ciudad y buscamos algo que comer. Faisán, cordero, venado, verduras y carne asadas. Los vinos búlgaros son excelentes, hay 5 regiones vinicultoras de donde se obtienen excelentes catas de tintos y blancos. Entre ellos se distingue la uva Mavrud de la región Tracia. Cuyo nombre procede de la leyenda de Mavrud, que cuenta: Durante el reinado de Jan Krum se destruyeron todos los viñedos. Más tarde, escapó un león de su jaula y aterrorizó a la ciudad. Un valiente jóven, llamado Mavrud, confrontó y domó al león. El rey mandó a llamar a la madre de Mavrud para conocer la fuente de su coraje y ella contó que su hijo había salvado secretamente una vid, había hecho vino, y que éste era la fuente de su coraje. Entonces Krum ordenó que los viñedos fueran replantados. Como Mavrud, bebimos de esa uva y retomamos coraje, no para luchar contra un león, pero sí para continuar nuestro paseo por Sofia.





El Bulevar Vitosha como su nombre lo indica, mira hacia esta imponente montaña de la cordillera balcánica, en invierno cubierta de nieve decora la ciudad, ahora en verano se levantaba como una enorme sombra sobre Sofia. Proporción guardada, me recordó al Ajusco capitalino. A lo largo del Bulevar Vitosha se encuentran montones de tiendas y boutiques de marcas conocidas y no tan conocidas. En un extremo, exactamente donde se encuentra la estatua de Sofia, conecta con el Bulevar Car Osvoboditel y se convierte en el Bulevar Mariya Luiza, donde se encuentra la mezquita Banja Basi. Hacia el Vitosha se encuentra la iglesia antigua Sveta Nedelja (Sto. Domingo) que es hoy una de las más importantes iglesias católicas, pues al ser el lugar del opispo, adquiere el status de una catedral.




Si uno camina desde la Sveta Nedelja viendo hacia el Vitosha se topará, después de unos 20 minutos (tonteando entre aparadores) con el parque y la Plaza Bulgarija en donde se levanta enorme el Palacio Nacional de Cultura, construído en 1981 a propósito del aniversario 1300 de Bulgaria, sí ¡mil trescientos años!



El horroroso edificio octagonal fué diseñado por quien fuera la ministra de cultura entre 1975 y 1981, Ljudmila Zikov, hija del dictador comunista Todor Zikov. Contrario a lo que pudiera esperarse, Ljudmila intentó romper las reglas impuestas por el partido y ampliar los horizontes culturales, Ljudmila murió de un tumor cerebral en el mismo año en que el edificio vió la luz. El Palacio alberga una sala de conciertos para 5000 expectadores y otras salas más pequeñas que son utilizadas para ferias y eventos. En la plaza se encuentra también un monumento “1300 años de Bulgaria” en donde se encuentran inscritas las palabras del héroe de la independencia Vasil Levski “Estamos en el tiempo, y el tiempo está en nosotros.”

(esta fotografía no es la del monumento. Se trata de un medallón con el rostro de Levski tomada en el Museo de Historia Nacional)

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