En la página de Mexico Institute, la carta en español se encontraba en un enlace a un documento de Word, por eso la publico aquí completa.
UN HUECO GARANTISTA EN LA SUPREMA CORTE
La pérdida del ministro José de Jesús Gudiño Pelayo nos recuerda que nadie sabe lo que tiene sino hasta que lo ve perdido.
Don Jesús, efectivamente fue un gran tipo, sabio más que erudito, con un gran sentido común y con la cualidad de saber escuchar. Además, supo hacer escuela, no sólo en la cátedra sino en la propia Corte.
Una dificultad para elegir a un nuevo ministro en su lugar será la de encontrar alguien que pueda tener calidad humana para llenar el hueco que dejó.
En el lado técnico, quien reemplace a don Jesús o quien reemplace sus funciones en la Corte tendrá que asumir el papel del consejero en el Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal, donde él representaba a la Suprema Corte.
Lo anterior nos lleva a un pase de lista entre los ministros en circulación para ver alguno que tenga esa vocación a favor del sistema acusatorio, los juicios orales y la reforma penitenciaria. Ojala que me equivoque, pero así como mucha-mucha vocación en ese sentido, francamente no se nota, así que de no producirse una auténtica conversión (como la que de hecho tuvo el ministro Gudiño gracias a su oído atento y a circunstancias que, diría él, fueron providenciales, como la participación de su hijo Carlos en un diplomado sobre juicios orales en Bogotá), tendrá que ser el nuevo ministro quien reciba la estafeta de la reforma penal y penitenciaria.
Sin caer en el simplismo de considerar a los ministros o a los candidatos a serlo como liberales y progresistas, pues tan sucede que los que tiene fama de progre votan en sentido retro (sobre todo en cuestiones penales), pero a partir de que el nuevo ministro debe ser un abanderado de la reforma penal y penitenciaria, entonces el mismo será naturalmente garantista, en el sentido de ser un celoso defensor del debido proceso penal y de estar convencido, como lo estuvo don Jesús en el último tramo de su vida, que las garantías del debido proceso penal no terminan con la sentencia, sino que deben acompañar al sentenciado hasta el último día de cumplimiento de su pena; lo que próximamente se hará posible con los jueces penitenciarios.
Proponer entre la terna dentro de la cual se habrá de elegir al nuevo ministro o ministra a candidatos contrarios a la reforma penal y penitenciaria, constituiría una forma de sabotear la reforma constitucional de 2008.
Lo anterior pone al presidente de la República y al Senado en una situación más fácil para decidir quiénes no deben ocupar el espacio de don Jesús, pero más difícil para saber quién sí.
Miguel Sarre
Consejero representante de la Academia en el Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal
UN HUECO GARANTISTA EN LA SUPREMA CORTE
La pérdida del ministro José de Jesús Gudiño Pelayo nos recuerda que nadie sabe lo que tiene sino hasta que lo ve perdido.
Don Jesús, efectivamente fue un gran tipo, sabio más que erudito, con un gran sentido común y con la cualidad de saber escuchar. Además, supo hacer escuela, no sólo en la cátedra sino en la propia Corte.
Una dificultad para elegir a un nuevo ministro en su lugar será la de encontrar alguien que pueda tener calidad humana para llenar el hueco que dejó.
En el lado técnico, quien reemplace a don Jesús o quien reemplace sus funciones en la Corte tendrá que asumir el papel del consejero en el Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal, donde él representaba a la Suprema Corte.
Lo anterior nos lleva a un pase de lista entre los ministros en circulación para ver alguno que tenga esa vocación a favor del sistema acusatorio, los juicios orales y la reforma penitenciaria. Ojala que me equivoque, pero así como mucha-mucha vocación en ese sentido, francamente no se nota, así que de no producirse una auténtica conversión (como la que de hecho tuvo el ministro Gudiño gracias a su oído atento y a circunstancias que, diría él, fueron providenciales, como la participación de su hijo Carlos en un diplomado sobre juicios orales en Bogotá), tendrá que ser el nuevo ministro quien reciba la estafeta de la reforma penal y penitenciaria.
Sin caer en el simplismo de considerar a los ministros o a los candidatos a serlo como liberales y progresistas, pues tan sucede que los que tiene fama de progre votan en sentido retro (sobre todo en cuestiones penales), pero a partir de que el nuevo ministro debe ser un abanderado de la reforma penal y penitenciaria, entonces el mismo será naturalmente garantista, en el sentido de ser un celoso defensor del debido proceso penal y de estar convencido, como lo estuvo don Jesús en el último tramo de su vida, que las garantías del debido proceso penal no terminan con la sentencia, sino que deben acompañar al sentenciado hasta el último día de cumplimiento de su pena; lo que próximamente se hará posible con los jueces penitenciarios.
Proponer entre la terna dentro de la cual se habrá de elegir al nuevo ministro o ministra a candidatos contrarios a la reforma penal y penitenciaria, constituiría una forma de sabotear la reforma constitucional de 2008.
Lo anterior pone al presidente de la República y al Senado en una situación más fácil para decidir quiénes no deben ocupar el espacio de don Jesús, pero más difícil para saber quién sí.
Miguel Sarre
Consejero representante de la Academia en el Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal
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