Cosa juzgada
Juan Villoro
18 Feb. 11
"Siempre nos quedará París". La frase de Casablanca no se aplica a los artistas invitados al Año de México en Francia. Por razones políticas, dos países con enormes afinidades culturales han tenido un desencuentro.
Nicolas Sarkozy aprovechó el veredicto contra Florence Cassez para posar como defensor a ultranza de sus paisanos. "El patriotismo es el refugio de los canallas", escribió Samuel Johnson. De nada se ha abusado tanto como de "los intereses de la nación". En palabras de Lichtenberg: "Me gustaría saber en nombre de quién se hacen las cosas que se hacen 'por la patria'".
Sarkozy propuso dedicar el Año de México a Cassez. En respuesta a esta provocación, Relaciones Exteriores señaló con pertinencia que el intercambio cultural no puede depender de un proceso penal. Esta argumentación parte de un supuesto: el buen funcionamiento del sistema judicial mexicano. Obviamente, no corresponde a la Cancillería ponerlo en entredicho, pero sí a quienes lo padecemos.
El error de Sarkozy, que confunde los programas culturales con la propaganda nacionalista, no debe impedir que analicemos el modo mexicano de condenar al prójimo.
Presunto culpable, la película más discutida del momento, revela las irregularidades que durante tres años padeció Antonio Zúñiga, inocente acusado de un crimen. El documental fue dirigido por Roberto Hernández, quien tuvo acceso al Reclusorio Oriente y a los jueces en calidad de abogado. De manera inaudita pudo registrar la maraña de sinrazones que aquí recibe el nombre de "justicia".
La mayoría de los crímenes que se cometen en México quedan impunes. A esta herida se agrega otra: la fabricación de culpables. Seamos sinceros: si un pariente nuestro fuera procesado, ¿esperaríamos una sentencia justa?
Sarkozy no decidió enfrentarse al Tribunal Internacional de La Haya. Su afrentoso desafío tomó en cuenta el desprestigio de la justicia mexicana. Criticar su despropósito no nos exime de analizar el país donde Graham Greene escribió Caminos sin ley.
¿En qué grado es culpable Florence Cassez? He leído los reportajes sobre el tema de Anne Vigna, Juan Manuel Villalobos y Guillermo Osorno. Todos narran la turbiedad del proceso, comenzando por el montaje televisivo que presentó como una captura en vivo lo que era una recreación. Aunque el video no se usó como evidencia, influyó en la opinión pública y en los testigos que modificaron sus declaraciones después de verlo.
La versión más significativa de un testigo suele ser la primera, la que se ofrece antes de entrar en contacto con otras interpretaciones. La declaración inmediata no ha sido sometida a presión ni chantaje. En los testimonios iniciales, Cassez no es mencionada; luego pasa a ser cómplice decisiva. Esta peculiar modificación llevó a que personas con los ojos vendados la "reconocieran" por el color del pelo o a que se mencionara una televisión encendida en un cuarto sin luz eléctrica.
En un clima tan enconado como el nuestro destaca la sobria actitud de Eduardo Gallo, presidente de México Unido Contra la Delincuencia. A pesar de que su hija fue víctima de la violencia, Gallo defiende un principio moral irrenunciable: la venganza no es justicia. Permitir que los crímenes sigan impunes resulta tan negativo como condenar a inocentes. En sus comentarios sobre Cassez ha seguido este ético lineamiento.
¿La implicación de Cassez en los secuestros de la banda de Los Zodiaco merece 60 años de cárcel? El Convenio de Estrasburgo suscrito por México y Francia podría permitirle que cumpliera la condena en su país. El gobierno mexicano se ha negado a facilitar esta alternativa. El motivo jurídico es que la sentencia podría reducirse en Francia. El motivo político parece ser otro. Genaro García Luna, presunto responsable del montaje televisivo, conduce hoy la seguridad nacional y es el máximo aliado del Presidente.
Una vez que los tribunales emiten su fallo, el cumplimiento de la condena recae en el Ejecutivo. Cassez es "cosa juzgada". Sólo la Presidencia podría decidir su traslado a otro penal. La negativa a que esto suceda parece fundarse en el apoyo a García Luna y en la lógica con que el Presidente realza su poder.
Calderón ha buscado restaurar su fuerza a través de la simbología militar. Lo hemos visto de uniforme ante las tropas, a caballo con cadetes del Colegio Militar, como piloto de un avión del Ejército. Cuando dijo que no había usado la palabra "guerra", no repudió la lucha contra el narcotráfico; quiso evitar la respuesta sobre si podría ganarla.
Un Presidente sin alianzas, cuyo eje de gobierno es la seguridad, obtiene cierto margen de maniobra politizando la justicia. ¿Quién dice que no hay control? Ahí están los presos y las Fuerzas Armadas. No es el mejor saldo para una democracia. El Presidente que no repite la palabra "guerra" se retrata en uniforme.
Sarkozy cree defender a Juana de Arco y Calderón ofrece la captura de Cruella de Ville. En este duelo de representaciones extremas se diluye la verdadera personalidad de Florence Cassez.
viernes, 18 de febrero de 2011
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