En tan breve espacio y en estos momentos de crispación, resulta muy complicado hacer una defensa racional o al menos bien sustentada del Estado de Derecho, los derechos y los abogados que operan ese marco legal. Cría fama... Hoy, en el ambiente mexicano flota una verdadera sensación de desesperanza, de frustración, de enojo, en torno a nuestro sistema de justicia penal y no es para menos. Las pifias, la corrupción, la ignorancia, las trampas, todo conspira para no avanzar y lejos de ello, retroceder. Es natural que quien se decide a documentar una denuncia testimonial de esas fallas graves del sistema, obtenga un mérito enorme y sea valorado por la comunidad, pues dice lo que muchos queremos expresar.
Se ha desatado una polémica nacional y hasta internacional – medios cibernéticos – sobre la suspensión judicial de la exhibición pública de una película de denuncia sobre ese sistema tan malogrado – el juez, cubre con censura sus propias fallas --. Jamás debe presentarse la censura y sabemos que las cosas públicas – como un juicio – son precisamente públicos y de interés público. Nadie debiera debatir eso, aunque parece que es eso lo que está en la mesa de las indignaciones.
Existen, previamente, muchos documentales que presentan hechos reales y personajes reales, desde los muy serios y severos, hasta los cómicos, como “La Risa en Vacaciones”. Debo pensar que para explotar comercialmente esos documentos fílmicos, siempre se obtuvo el consentimiento de los protagonistas, pues a nadie, sin permiso, le gusta aparecer en una sala cinematográfica, que es un negocio como un Parque de Aventuras, exhibiendo sus miserias o haciendo el ridículo ante una broma inocua.
La presentación de imágenes y algunos datos de particulares en medios de comunicación es libre, siempre y cuando se trate de dar noticia de algún evento de interés público. No puede censurarse a la prensa. Pero si el ánimo de los realizadores del documental es el comercial y la obtención de un lucro, las cosas se miran desde otra perspectiva. Los seres humanos no somos medios para otros fines, eso sería “cosificarnos”. Emergen derechos y obligaciones para todos los que participan en una explotación comercial de algo.
Argumentar que la justicia se rige por el principio de publicidad, es cierto, y que todo sucede en lugares públicos, también, pero esa publicidad, convive con el derecho a la información y no con el derecho al ocio lícito, como es ir al cine y pagar una entrada y mirar una película. Alguien se está beneficiando de una explotación comercial, que poco tiene que ver – en cuanto al ánimo -- con un acto de denuncia pública o de mostrar un acto público por exigencia legal, sin cumplir con sus obligaciones y respetar los derechos de otros. “Es el documental que más ha recaudado en la historia de México”. Eso es un acto comercial, que sería totalmente válido si se obtuviera un lucro, respetando derechos de todos.
Veamos las cosas al revés, pues hoy se trata de exhibir algo que es necesario exhibir, como las fallas del sistema de justicia, pero mañana, alguien lucrará filmando – en lugares públicos -- a familias que viven – bien -- con 6000 pesos y no se “protegerá a los inocentes”, como siempre se dice en las películas sobre hechos reales y seguirán viviendo -- esas familias -- con sus devaluados pesos, y en cambio, los empresarios vivirán con mucho más recursos. No se puede lucrar con el dolor ajeno, ni con las miserias de otros. Esa es la lección que debiéramos obtener y que bueno que un “infeliz”, apoyado por algunos abogados (que ya sabemos como se las gastan), promuevan un mínimo respeto a cada persona.
René González de la Vega Sr.
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