sábado, 3 de octubre de 2009

La Revolución Alemana de 1989


La Revolución Alemana de 1989
Primera parte.
Por: Geraldina González de la Vega©

En la foto: el lema de las marchas de Leipzig “somos UN pueblo”

Para los Rudolf, mi familia.

„No pierdan la confianza ni el coraje. Aunque las tiranías parecen hechas para durar la eternidad, sus días están contados.” Palabras del Vicepresidente Lyndon B. Johnson el 19 de agosto de 1961 en Berlín occidental, 6 días después de que comenzara a levantarse el Muro de Berlín. El 19 de agosto de 1989 el Muro seguía allí y la confianza y el coraje de muchos ya había desaparecido. Entre 1961 y 1989, 5075 personas lograron traspasar el Muro exitosamente y cerca de 130 murieron al intentarlo.

El 3 de octubre se celebra en Alemania el día de la Reunificación. Es el único día libre por un festejo de carácter civil. Tres son los conceptos básicos que describen los sucesos entre 1989 y 1990: La Caída del Muro (Der Mauerfall) el 9 de noviembre de 1989; el cambio (Die Wende) que se entiende como el proceso de cambio político, económico y social entre la Caída y la Reunificación; y la Reunificación (Die Wiedervereinigung) que formaliza la integración de la RDA a la RFA, el 3 de octubre de 1990.

1. Der Mauerfall
La Caída del Muro puede ubicarse desde principios de la década de los ochenta. El “imperio soviético” estaba interconectado, y aunque lo que sucediera en Polonia no necesariamente tendría efectos inmediatos en Alemania, sí en el largo plazo debilitaba al régimen dirigido desde Moscú. Las razones por las que el Muro se cayó fueron fallas internas al sistema. El comunismo falló económica y políticamente. Y fueron en los dos ámbitos en donde poco a poco se fueron debilitando, a distinto ritmo y con distinta intensidad, los regímenes de los 6 estados soviéticos y la URSS. En esta nota me enfocaré solamente al caso alemán.

La Caída del Muro no sucedió en una noche como se acostumbra decir. Suena romántico, pero al igual que su construcción, fué producto de una cadena de acontecimientos. Para llegar a su construcción, y a su destrucción, tuvieron que moverse muchas piezas del ajedrez alemán e internacional. Entre el 13 y el 14 de agosto de 1961 se pusieron las primeras barreras entre Berlín oriental y Berlín occidental; entre el 9 y el 10 de noviembre de 1989, los alemanes orientales derrumbaron y brincaron esas barreras, que para finales de la década era ya todo un sistema de contención y muerte. El Muro de Berlín marcó simbólicamente la separación y la tensión de un mundo confrontado por dos formas de pensar. La guerra fría, la OTAN y el Pacto de Varsovia, la libertad y la igualdad. Durante cuatro décadas los satélites soviéticos intentaron demostrar la capacidad del comunismo de generar prosperidad e igualdad. El problema es que olvidaron un ingrediente básico para la felicidad: la libertad.
Antes de la construcción del Muro, las relaciones entre ambos estados alemanes estaba marcada por la doctrina Hallstein, impulsada por Konrad Adenauer, que proponía no reconocer a la RDA como estado independiente y no tener relaciones con los estados que la reconocieran. Con la construcción del muro y la enorme tensión internacional de los siguientes meses, el gobierno de la RFA debe rectificar y comienza a aplicar la propuesta apoyada por Willy Brandt y desarrollada por Egon Bahr “Cambio a través del acercamiento”. Para 1966, Brandt funge como Ministro de Exteriores y aplica la llamada política de “pequeños pasos” a través de la cual se buscaba aminorar los efectos terríbles de la división del país. En 1969 Brandt es electo Canciller, su gobierno de coalición logró un acercamiento con la RDA, cuyo gobierno conducido por Erich Honecker exigía el reconocimiento. La base para la “política alemana-alemana” fué el tratado firmado entre ambos estados en 1972. En él ambos estados se reconocen y establecen ciertas reglas de “vecindad y cooperación”. Establecen representaciones permanentes y se determina que son de diferentes puntos de vista respecto de la cuestión nacional y la ciudadanía alemana. Con ello, las relaciones son llevaderas durante poco más de dos décadas, aunque la RDA siguiera tildando de enemiga a la RFA.
Con este acercamiento, la Stasi fortalece su aparato en el extranjero y en 1974 se descubre en el llamado “Guillaume Affair” que un asesor cercano al canciller Brandt era un espía de la RDA. Esto provoca la renuncia del soñador Brandt, quien es sustituído por el pragmático Helmut Schmidt, también apoyado en una coalición entre su partido, el SPD y los liberales del FDP.
Durante la década de los setenta la RDA muestra al mundo la prosperidad económica del “Estado de los obreros y los campesinos”. El mundo maravillado veía cómo el comunismo generaba también un milagro económico, parecido al de la década de los cincuenta en la RFA. Los números mostraban porcentajes de crecimiento y desarrollo. Las medallas en los deportes. Alemania oriental era ejemplo de prosperidad. La realidad es que todo era un aparador. Las ciudades, en las calles no visitadas por turistas, estaban en ruinas. El sistema económico estaba apoyado en cimientos bastante endebles. La RDA no tenía una industria productiva, importaba tecnología de occidente para poder sostener su industria. Su sistema estaba basado en préstamos a la URSS y a occidente. La URSS proporcionaba materia prima y petróleo a precios bajos y controlados, a cambio de los productos alemanes. Durante la primera crisis del petróleo de 1973 la URSS se vió obligada a subir sus precios, después de todo, tenía también un pueblo que mantener. Pero el shock vino con la segunda crisis de finales de los ochenta, la URSS se ve obligada a reducir sus envíos y provoca una deuda masiva para la RDA. El sistema bienestar alemán prometía apoyo del Estado “desde la cuna hasta la tumba”, y si el régimen de Honecker no quería volver a ver las revueltas de 1953, tenía que mantenerlo. La sustitución de garantía de subsistencia por libertad era lo único que mantenía al pueblo de Alemania oriental “tranquilo”, de manera que el régimen optó por inflar la deuda para seguir gastando en el Estado bienestar y claro, en el ejército y la seguridad. La RDA era del Pacto el segundo país que mayor presupuesto destinaba a éstos rubros, cerca del 5.8%, por debajo sólamente de la URSS. Y claro, había que mantener el Muro y a la Stasi. La Stasi, para mediados de los ochenta, tenía un agente por cada 63 habitantes. Comparativamente, durante los más álgidos años del Tercer Reich, se estimaba que había un agente de la Gestapo por cada dos mil. En la frontera se tenían desplegados 933,000 policías y agentes secretos. En la RDA vivían 17 millones. Hasta 1970 el costo del muro fue de 100 millones de marcos orientales. Hasta la fecha no se sabe cuanto costó. Se calcula que para 1983 los costos del Muro podrían haber ascendido a mil millones de marcos.
Para poder mantener este “tren de vida”, el régimen oriental tuvo que apoyarse en, sí, el capitalismo. Además de las deudas por importaciones, la RDA se aprovechaba de la RFA para reparaciones en carreteras, mantenimiento de edificios y lugares históricos, obligaba a los visitantes a un cambio de divisas mínimo diario. Y lo peor, “intercambiaba” prisioneros ideológicos, por altas sumas de dinero. Según las bitácoras de la RFA, el régimen comunista, entre 1964 y 1990, obtuvo 3, 446 millones de marcos alemanes por intercambio, o venta, de prisoneros. Se habla de 100mil marcos por prisionero o más. También, se aceptaron préstamos, que se calcula, ascendían a los 1 o 2mil millones anuales. Durante el gobierno de Helmut Kohl, se negociaron una serie de créditos, a éstas alturas el gobierno de la RFA prefería que los alemanes orientales pudieran tener una vida más o menos digna, y en la medida en que el gobierno de la RDA dependiera de la RFA sería más fácil negociar la flexibilización del régimen. Kohl autorizó que el entonces Ministro Presidente de Baviera, Joseph Strauss negociara los créditos con Alexander Schalck-Golodkowski, jefe de la empresa Coordinación Comercial (KoKo por sus siglas en alemán). Una empresa capitalista en la RDA, de dudosa legalidad, dedicada a financiar al régimen. La línea de crédito fué de mil millones en 1982 y otros mil en 1983. A estas alturas la URSS tenía ya suficientes problemas internos y gastos derivados de la guerra en Afganistán, como para ocuparse de sus satélites.
Por el lado político, la firma del “Acta final de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa”, conocida como los Acuerdos de Helsinki, en 1975 por parte 38 países, incluyendo el bloque soviético, tuvo como consecuencia la formación de grupos de oposición dentro de la RDA. Los líderes del bloque comunista pensaron que la firma de los Acuerdos era un triunfo para ellos, pues se reconocía su territorios y su soberanía, y destacaba el principio de no intervención. Lo que nunca pensaron es que los Acuerdos tendrían efectos internamente. Y es que dentro de los compromisos de Helsinki, los firmantes se comprometían a respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales, la igualdad de derechos y el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Gracias a ello, los ciudadanos de la RDA, como los de Polonia, Checoslovaquia, URSS, Hungría, Bulgaria y Rumania, podían exigir a sus regímenes el respeto a su derecho de tránsito, a la libertad de expresión, de reunión, de creencias, de religión. Los Acuerdos de Helsinki provocaron una reacción al interior de la RDA que no se esperaba. Inmediatamente comenzaron a incrementar las solicitudes de visado, el respeto al tratado ante instancias internacionales y extranjeras. Se formaron grupos organizados como Helsinki Watch, que después se transformó en Human Rights Watch o la Carta 77 de Vaclav Havel en Checoslovaquia. El régimen de Honecker reaccionó aumentando las unidades especiales del Stasi, más agentes infiltrados y provocadores que buscaban desanimar a los ciudadanos a exigir el respeto a los Acuerdos. Evidentemente, las iglesias, Protestantes y Católicas de Alemania aprovecharon la situación, se llegó a un concordato: el gobierno toleraría la religión, si las iglesias prometían controlar a sus fieles. Fué de ésta forma como las iglesias se convirtieron en un sitio de protesta, más que de práctica de la fé. La gente se unió, no porque buscara una guía espiritual, sino porque buscaba oponerse al régimen. La elección de Karol Wojtyla en 1978 como Juan Pablo II fué por ello crucial. No sólo para su natal Polonia, donde presionó suave y diplomáticamente, sino para los estados soviéticos en general. Ya no era cuestión de fe, sino de libertad.
En los ochenta las piezas del tablero comenzaron a acomodarse: la situación económica era cada vez más precaria, tanto en la RDA, como en todo el bloque. La dependencia de occidente era cada vez más evidente y se cumplía la profesía de posguerra “el comunismo caerá por su propio peso”. La situación política ya tampoco era controlable, a pesar de que la Stasi pretendía dominarlo todo pues contaba con millones de empleados, y también pagaba los servicios de “espías sociales”, desde el vecino o el amigo, hasta el chofer del autobus o la cajera del supermercado, por ejemplo; pero la docilidad de los ciudadanos se fué perdiendo, la propaganda ya no surtía efectos y la oposición abierta y /o clandestina era cada vez mayor.
En 1981 toma posesión como Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan y se elige a Francois Miterrand como Presidente francés, en 1982 es electo Canciller de la RFA, Helmut Kohl y desde mayo de 1979 el Reino Unido tenía como Primer Ministra a Margaret Tatcher. El cuarteto más poderoso de la OTAN pertenecía al mismo bloque ideológico. Mientras tanto, en la URSS los líderes no duraban más de 2 años. En 1982 muere Brézhnev, en ‘84 Andrópov y en ‘85 Chernenko. Hasta que en marzo de 1985 se elige como Secretario General del PCUS a Mijaíl Gorbachov, leninista convencido que acaba reformando la URSS.
La llegada de Gorbachov al Kremlin y las reformas impulsadas ayudan a desmantelar el desvencijado aparato comunista. No tenía intenciones de suprimir el comunismo, al contrario, pretendía renovarlo. La Perestroika (reestructuración), la Glasnost (apertura) y la Uskoreniye (aceleración) no eran más que intentos de modernización del sistema. Estas modernizaciones del jóven de Moscú, no cayeron nada en gracia a los viejos de Berlín. Erich Honecker a sus 73 años, estalinista de cepa, no veía con gran simpatía lo que sucedía ni en Moscú, ni en Hungría ni mucho menos a pocos kilómetros de su frontera, en Polonia. Las relaciones entre la RDA y Moscú se tornaron cada vez más frías.
Aún así, la política del Gobierno de Kohl fué suavizando el autoritarismo de la República Democrática. Se removieron los disparadores automáticos y las minas de las fronteras, se comenzaron a permitir viajes y los funerales en Moscú permitieron a Kohl acercarse a Honecker, mostrarle que tenían más en común entre ellos, que entre la RDA y la URSS. Se cuestionó la orden de disparo en las fronteras. En 1987 Honecker realizó una visita a Bonn y en el mismo año, Ronald Reagan pronuncia su conocido discurso en Berlín en el que conmina a Grobachov a abrir el muro. El status quo de Berlín, y en general la división alemana, era ya evidente. Lo importante de esas palabras fueron que Reagan volvió a abrir esa cuestión con su llamado, puso el tema de nuevo sobre la mesa.
Para 1989, faltaba poco para que el castillo de naipes se derrumbara. El régimen de Honecker hizo todo lo que estaba a su alcance para tirarlo. Ese año la RDA celebraba su cuarenta aniversario. En enero Honecker declaró que el Muro estaría unos cincuenta o cien años más. En marzo, en Polonia se sientan en las mesas redondas el Solidaridad de Walesa y el Gobierno, se permite al sindicato participar como partido político en las elecciones de ese verano. En abril, el gobierno levanta la orden de disparar a matar a quienes intentaran cruzar el Muro. El 2 de mayo el gobierno de Hungría desmantela sus fronteras con Austria. El 7 de mayo se convocan a elecciones comunales en la RDA, en Berlín el SED gana con el 98,5% de los votos. La gente está furiosa, ya no soporta los timos y ninguneos del Estado, ello provoca los “lunes de rezo” que se organizan desde la Nikolai Kirche en Leipzig, comienzan con 2mil personas, para otoño, salen a las calles y llegan al medio millón. El 4 de junio sucede la masacre de Tian’anmen, el mismo día en Polonia, el partido de Walesa, gana muy altos porcentajes. Ese mismo mes, Gorbachov visita Alemania occidental, lo que es visto con cierta reticencia en la RDA, renuncia a la doctrina Brezhnev o de obligación de intervenir en caso de insurrección en los satélites soviéticos. En julio, ciudadanos de la RDA comienzan a migrar a Hungría y acaban, sorpresivamente, en Austria. En agosto se llevan a cabo en Hungría los días de campo paneuropeos con los que miles de alemanes logran huír a Austria. En septiembre se instala en Polonia el primer gobierno no comunista de posguerra. Durante el verano miles de alemanes comenzaron a invadir las embajadas de la RFA en Hungría, Checoslovaquia y Polonia pidiendo asilo. Los jardines estaban llenos de campamentos de refugiados.
Para el 30 de septiembre el Ministro de Exteriores, Hans-Dietrich Genscher avisó en la embajada de Praga a los más de 4mil refugiados, que podían salir de allí. A pesar de que Erich Mielke, jefe de la Stasi, había desarrollado un plan para contenerlo, para el 2 de octubre se reunieron en Leizpig más de 10mil personas. El 3 el gobierno suspendió las visas para salir de la RDA a Checoslovaquia. Aún así, Honecker tenía lista su fiesta del 40 aniversario de la República Democrática Alemana, jóvenes y niños de todos los rincones, miembros de la Juventud Libre Alemana (FDJ en alemán) arrivaron a Berlín para el desfile. Honecker no supo si sonreir o llorar cuando la gente recibió al Secretario General del PCUS con cantos “¡Gorbi, Gorbi, sálvanos!” El 9 de octubre la manifestación de lunes en Lepzig llegó a los 70 mil. Los hombres del SED (partido socialista unificado de Alemania) estaban preocupados. Honecker no podía sostener más el régimen, decidieron que era hora de removerlo. Egon Grenz, miembro del comité central del partido, se alió con otros, y el 18 de octubre obligaron a dimitir a Honecker. Grenz fué el último Secretario General del SED y jefe de Estado de la RDA.
Para el 23 de octubre las marchas de lunes en Leipzig agrupaban ya a unos 300mil, aunado a ellas, crecía la oposición organizada. Grupos que querían formar partidos políticos al estilo del Solidarnosc polaco para competir en elecciones abiertas. Entre ellos Neue Forum que se convirtió después en Bündnis 90 y que hoy forma parte del partido Verde alemán. Krenz recibió un reporte sobre la crítica situación económica: la RDA estaba en bancarrota y los plazos para los pagos con la RFA ya estaban vencidos. Para el 1 de noviembre, Krenz revocó la prohibición de viajes al este, lo que provocó de nuevo el éxodo de muchos alemanes. El 4 de noviembre se realizó una enorme manifestación en Berlín oriental. La gente pedía elecciones y el SED no sabía qué hacer. Comenzaron a caer las renuncias sobre las mesas del partido. El partido comenzó a enviar mensajes incoherentes. La Stasi comenzó a desaparecer fichas. El 6 de noviembre Leizpig vió 500mil personas marchando y gritando consignas de todo tipo, que podían englobarse en “queremos libertad”. El Politburó emitió una resolución el día 9 de noviembre. Se darían visas a todos para permitir la salida a Checoslovaquia, se decidió llamarla “permisos inmediatos de salida permanente”. Se reunió el comité y se convocó a una rueda de prensa a las 6 de la tarde, en la que Günter Schabowski, vocero del comité, daría los avisos como lo hacía usualmente. La leyenda cuenta que todo se trató de una confusión, Schabowski leyó el aviso sobre las nuevas reglas de viaje, sin darse cuenta que sus palabras implicaban la apertura de fronteras. Un periodista preguntó, “¿a partir de cuándo se darán los permisos de salida permanente?”, Schabowsky cansado, miró su papel y respondió: “ a partir de ahora”.

En la próxima entrega: Die Wende y Die Wiedervereinigung.

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