La Revolución Alemana de 1989
Segunda parte
Por: Geraldina González de la Vega
Segunda parte
Por: Geraldina González de la Vega
Serie especial para CEINPOL
Para mi Thomas
En la entrega pasada explicaba que son tres los conceptos básicos que describen los sucesos en Alemania entre 1989 y 1990: La Caída del Muro (Der Mauerfall), el cambio (Die Wende) y la Reunificación (Die Wiedervereinigung). La nota pasada trató sobre el primer concepto: la Caída del Muro. La Caída del Muro de Berlín, es el concepto pop más usual y usado por todos para referirse al proceso de cambio y fin de la división alemana y de la Guerra Fría. El cambio o Die Wende es un concepto cultural nacional, en Alemania la gente no habla de “la caída del Muro” sino de “el cambio”, el punto histórico de referencia es “el cambio”. El tercer concepto, la Reunificación, es el concepto técnico que explica la formalización de la integración de la RDA a la RFA y que connota la integración económica, jurídico-política de un país a otro.
2. Die Wende
Se llama “el cambio” al periodo entre las elecciones simuladas del 7 de mayo de 1989 y la primera elección libre de la RDA el 18 de marzo de 1990. El concepto de “Die Wende” abarca los acontecimientos que durante los últimos años de la década de los ochenta, llevaron a la caída del Muro de Berlín y a la terminación del régimen autoritario en la RDA. El día 9 de noviembre de 1989 se anunció en una conferencia de prensa la modificación a los permisos de salida de los ciudadanos alemanes orientales. La noticia leída por el vocero Günter Schabowski, fue inmediatamente transmitida en los noticieros tanto de la RDA como de la RFA y por las agencias de noticias internacionales. A las pocas horas se reunieron cientos de personas en los puntos de cruce como el Checkpoint Charlie. Allí comenzaron a exigir los alemanes, todos, de uno y otro lado, la libertad para el cruce de la frontera sellada por el Muro. Los policías fronterizos (GrePos) al no tener órdenes precisas pemitieron la salida, comenzaron por sellar los documentos de los alemanes orientales retirándoles la nacionalidad, pero al ver que las olas de ciudadanos que querían cruzar „al otro lado“ era incontrolable, abrieron las puertas. Alemanes de uno y otro lado cruzaron, la noche y los días que siguieron se convirtieron en una fiesta. Muchos decidieron derribar pedazos de la pared contra la que durante 28 años chocaron los sueños de 16 millones de personas. Los alemanes de la RFA dieron la bienvenida a sus hermanos orientales con plátanos y otros productos que escaseaban o de plano no existían en la RDA. Las filas de „Trabis“ cruzando las fronteras eran interminables. El gobierno de la RFA, en ese entonces dirigido por Helmut Kohl, optó por regalar un dinero de bienvenida a los hermanos orientales (Begrussungsgeld). „Si el DM (marco alemán) no viene a nosotros“, decían, „nosotros iremos a él.“ Entre el 9 de noviembre de 1989 y el 18 de marzo de 1990 la situación era un tanto incierta. Hubo alemanes de la RDA que prefirieron esperar a que les fuera oficialmente permitida la salida, pues temían un regreso del régimen y un nuevo cierre de fronteras, lo que les impediría volver a ver a familiares que se quedarían de ese lado. Otros de plano aprovecharon la confusión y dejaron la RDA para establecerse en la RFA. La salida de las familias de la Alemania oriental era canalizada a través de campamentos localizados cerca de las fronteras. Allí se cambiaban los documentos, se daba techo y comida a los refugiados y se les reubicaba dentro del territorio de la Alemania occidental. Era un nuevo comienzo. Las profesiones y estudios de los alemanes del este eran dificilmente revalidados, algunas carreras de la RDA no existían en la RFA o peor, eran totalmente obsoletas. Los estudios básicos tenían que ser revisados, revalidados y en ocasiones, recursados. Las escuelas recibían alumnos que debían ser puestos al corriente, sobre todo en materias como el inglés y las relacionadas con educación para la ciudadanía.
La integración de los alemanes orientales en Alemania occidental no es hoy un hecho consumado, puede escucharse todavía la referencia --y la diferencia-- entre „ossies“ (orientales) y „wessies“ (occidentales). Los principales reclamos de los ossies, son que los wessies son muy arrogantes, frívolos y egoístas, mientras que los wessies reclaman que los ossies no son competitivos, son quejumbrosos y les gusta depender del Gobierno. El individualismo y el espíritu competitivo --y egoísta, propio del capitalismo se revela, muchas veces, de forma negativa ante quienes venían acostumbrados a la solidaridad y el compañerismo.
Las diferencias históricas, sociales y culturales se hacen patentes en una multitud de formas que van desde las caricaturas hasta las relaciones familiares. Los niños de la RDA crecieron con el Sandmännchen, con la Jugendweihe o la iniciación de la juventud de la FDJ, viajaron en „Trabis“ o „Laras“ al Mar Báltico a las playas nudistas de la FKK, comían pepinos agrios Spreewaldgurken y fueron educados para ver a Occidente como „el enemigo“. Los niños de la RFA leían historietas de Asterix y Obelix, admiraban a los Dallas Cowboys, comían döners y plátanos, paseaban en autos Volkswagen y viajaban en avión a Mallorca. Pero todos admiraban a McGyver, unos libremente, otros, clandestinamente.
„El cambio“ en Alemania no ha concluído. La tercera economía del mundo vive, a 20 años de distancia, profundas diferencias entre este y oeste. Si uno visita ciudades o partes no turísticas de ciudades en la ex-RDA puede uno encontrarse todavía multifamiliares, viviendas en ruinas, iglesias y otros edificios derruídos, fábricas abandonadas, caminos rotos; una población vieja, jóvenes sin futuro, falta de esperanza y oportunidades. No es casual que el trabajo y los servicios con mayor auge en el territorio que ocupara la RDA sea el relacionado con la salud y el cuidado de ancianos. Los jóvenes que viven allá no tienen oportunidades, por lo que o emigran a occidente o son esponjas para ideologías radicales de derecha o de izquierda. Alemania no es un país xenófobo, lo digo como extranjera que allí vive; sin embargo, en los Parlamentos de Turingia y de Sajonia estuvieron representados los nacionalistas del NPD, quienes, por fortuna, sufrieron claras derrotas en las últimas elecciones. El pasado 27 de septiembre, el partido de izquierda, Die Linke, conformado por disidentes de la Socialdemocracia y remanentes del SED de la RDA, obtuvo altísimos porcentajes en la región oriental de Alemania. Los movimientos hacia ambos extremos no son más que reacciones ante una situación económica que no presenta perspectivas alentadoras a los jóvenes.
A propósito de los 60 años de la Ley Fundamental el pasado 23 de mayo, algunos intelectuales y políticos comentaron que la integración de la RDA a la RFA fué quizá demasiado rápida. La diferencia económica entre ambas alemanias a principios de la década de los noventa era abismal, ello impidió la posibilidad de que las ciudades de la ex-RDA pudieran competir con las demás ciudades alemanas. La prosperidad económica de la RDA no era más que una simulación propagandística. Alemania oriental, al igual que los demás satélites soviéticos, dependían económicamente, primero de la URSS y en sus últimos años, de las relaciones comerciales con Occidente y estaban totalmente endeudadas. Para 1989 la RDA estaba en bancarrota, por ello, el esfuerzo para integrarse a la RFA fué enorme y en algunos casos la competencia acabó por liquidar a las empresas, los trabajadores y los profesionistas. El ritmo de crecimiento de las ciudades ubicadas en la ex-RDA debió de haber sido el mismo que el de Polonia, República Checa, Hungría, Bulgaria o Rumania, sin embargo recibieron inmediatamente la presión de occidente y del hecho de que desde octubre de 1990, formaban ya parte de la Unión Europea, y de Alemania, la Alemania económicamente próspera y fuerte. Aunque se estableció un impuesto destinado a la ayuda de los nuevos estados que mediante el proceso de reunificación se integraron a la RFA (sobre ello la nota del sábado próximo), a diferencia de los demás países de la Europa central y del este que tuvieron un periodo de unos 10 a 15 años para emparejarse con occidente, la RDA comenzó inmediatamente a introducir la economía de mercado, las reglas del Estado de Derecho y la democracia (los llamados criterios de Copenhage que he explicado en mi nota sobre la entrada de Bulgaria a la Unión Europea).
Los ciudadanos de la RDA se integraron relativamente fácil a una cultura política democrática y constitucional, sin embargo, la crisis económica y laboral se manifiesta hoy como la gran desilusión democrática. Algunas personas, y en algunos lugares, „añoran los viejos tiempos en que no había que preocuparse por subsistir“, después de todo el régimen comunista garantizaba un mínimo „de la cuna a la tumba“. Aún así es posible decir que en Alemania la generalidad se siente afortunada: el 74% de los alemanes que viven en la región oriental se siente orgulloso de su sistema de libertades y de su Estado de Derecho, mientras que el 65% se siente orgulloso de su Ley Fundamental. En cambio, en la región occidental, los porcentajes son un tanto más altos: el 88% se siente orgulloso del sistema y el 77% de su Constitución.
„Die Wende“, el cambio, es un proceso que lleva ya 20 años, pero que no puede considerarse como acabado. Para que Alemania deje de realizar encuestas dividiendo entre Alemania oriental y occidental, para que los compañeros del trabajo o de la universidad dejen de catalogarse como ossies o wessies y para que los jóvenes tengan las mismas oportunidades desde Jena hasta Darmstadt y desde Rostock hasta Füssen, falta todavía el esfuerzo de algunas generaciones. Las universidades de hoy están llenas de jóvenes que en su mayoría no les tocó vivir esa división: el Muro de Berlín, la RDA, el comunismo, la URSS y los „ossies“ son parte de los libros de historia. Quizá será a ellos a quienes les toque reunificar a Alemania, verdadera y completamente.
Sobre una y otra Alemania, sobre el presente y el pasado, conversó la Deutsche Welle con Ingo Schulze.
La entrevista aquí
Próxima entrega Die Wiedervereinigung o la Reunificación.
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