jueves, 17 de diciembre de 2009

La Lucha por la Libertad #derechoadecidirmx #yoapoyomatrimgay

La Lucha por la Libertad
Por: Geraldina González de la Vega

DEDICO ESTA NOTA A TOD@S AQUELL@S QUE CON VALENTÍA Y DETERMINACIÓN DÍA A DÍA ALZAN LA VOZ -¡Y DAN LA VIDA!- PARA QUE TODOS PODAMOS SER LIBRES.

Las luchas de la humanidad son siempre luchas por la libertad. Quizá suene exagerado o romántico pensar que todas y cada una de las guerras de la historia del mundo fueron peleadas por ese ideal, pero si uno mira con cuidado, en cada hombre armado, en cada persona que dió su vida, su familia, su casa, su tierra; encontrará que en el fondo estaba el deseo de ser libre, de tener paz para vivir, creer, trabajar, relacionarse, asentarse, en fin. Los derechos humanos son -sin exagerar- la conquista más importante de la humanidad, el hecho de que un buen número de seres humanos hayamos logrado ponernos de acuerdo sobre qué límites entre nosotros hay, qué libertades tenemos, qué derechos nos deben ser reconocidos y respetados, es un logro sin parangón.
El reconocimiento de los Derechos Humanos a nivel internacional no se realizó sino hasta después de los anni horríbili de la Segunda Guerra Mundial, mediante la Declaración Universal que acaba de celebrar su 61 aniversario. Aún así, la Declaración no logró que las libertades de todos los ciudadanos de los Estados firmantes fueran reconocidas ipso facto. Han pasado seis décadas en que los seres humanos hemos seguido peleando por nuestras libertades. Las últimas décadas del siglo XX la pasamos también peleando por liberarnos de otro Estado opresor, del pueblo invasor, de la religión mayoritaria, de la raza o grupo poderoso, del sexo opuesto, del grupo con más dinero, del gobernante autoritario, del político corrupto, de la ley injusta. Pensamos que después de 1989 se “acabaría la historia” y entraríamos en una era dominada por la razón liberal, en donde unos a otros comprendiéramos esa dimensión humana que hay en los otros y que es idéntica a la nuestra. Es el principio del reconocimiento de la dignidad humana el que funda y organiza la democracia y el Estado Constitucional. Asombra sin embargo que hoy, terminando la primera década del siglo XXI, tengamos que seguir en pie de lucha por los derechos más elementales: la libertad de decidir sobre nuestra propia intimidad y la libertad de amar y formar una familia.
Sí, me refiero en primer lugar a la oleada de reformas oscurantistas que 17 o 18 estados de la República han realizado para perseguir y privar de su libertad a mujeres que deciden que no quieren ser madres –por razones que ellas consideran válidas-; y me refiero, en segundo lugar, a la reforma al Código Civil en el Distrito Federal para reconocer el derecho de tod@s a contraer matrimonio. Un principio innegable del liberalismo es el respeto a la libertad de los demás, cada quien es libre de decidir sobre su cuerpo y su mente y ni el Estado ni la sociedad pueden intervenir. Todos sabemos que la libertad y los derechos tienen límites y que en una comunidad no pueden ser absolutos, pues deben ser siempre ponderados contra los de otros.
En el caso del derecho a decidir ser o no ser madre no se trata de una decisión que pueda tomar una sociedad o un Estado, pues éstos no pueden tener prioridad por encima de la mujer, en una decisión tan íntima y tan total como lo es ser madre. La ciencia ha mostrado que durante las primeras semanas del embarazo el embrión no es capaz de sentir ni de vivir, por ello se ha comprendido que la vida y la libertad en este estadio temprano pueden ponderarse. Y pueden hacerlo porque la vida que crece no es todavía un ser humano. La oruga no es una mariposa. Grave es impedir que una mujer decida que no quiere o no puede ser madre, pero más grave es aún imponer la maternidad cuando el embarazo ha sido producto de la violencia, cuando el producto está probadamente enfermo o malformado o cuando corre peligro la vida misma de la mujer; pero peor, es todavía que el Estado persiga a éstas mujeres, que las encarcele por tomar una decisión íntima que no atañe a nadie más que a ellas. No hay bienes ni principios superiores que se puedan imponer a un individuo para que sea padre. La decisión de interrumpir un embarazo no es nunca fácil, y se equivoca quien crea que las mujeres van y abortan como quien va a realizarse un corte de pelo. Aún así, no considero equivocado que el Estado provea a priori a la mujer del consejo médico y psicológico necesario para tomar una decisión como ésta de manera libre e informada. Y no porque crea que una mujer que interrumpe su embarazo está loca, no. Por que creo que una decisión de tal trascendencia como lo es ser, o no ser madre, para que sea verdaderamente libre, necesita información y, a veces, necesita de la guía de expertos.
En el segundo caso, el llamado matrimonio gay o matrimonio entre personas del mismo sexo, estamos frente al derecho a formar una familia que no puede ni debe ser exclusivo de parejas heterosexuales. El derecho que tenemos a ser todos tratados por igual, a ser iguales ante la ley, no juzga preferencias sexuales. El matrimonio es una institución inventada por el hombre de acuerdo con sus creencias y sus necesidades. Las luchas por las libertades necesariamente modifican esas instituciones y esas formas de ver y entender la vida. No hay nada predeterminado, el matrimonio y la familia son diseños ad hoc y como tal han ido evolucionado. El rol de la mujer en el matrimonio ha cambiado, hoy casi todos (a excepción de los miembros de la comunidad LGTB) podemos decidir con quién y cuándo casarnos. No se espera tampoco que sea el “hombre quien trabaje y la mujer se ocupe de los hijos”, es más, no se espera que haya hijos. El matrimonio ha pasado de ser una unión para la procreación a una unión de comunicación y solidaridad, ha pasado de ser la forma de perpetuar la especie, a un equipo de personas que se aman. Si hemos ido moldeando la institución conforme al paso del tiempo con nuestras luchas por la libertad, ¿por qué no reconocer que es congruente que podamos tod@s tener derecho a casarnos? ¿Quién dijo que el matrimonio es exclusivo de un hombre y una mujer? Gracias a las luchas por la libertad han pasado ya los tiempos en que las mujeres, los indígenas o los negros o los judíos se sentaban en la parte de atrás del autobús, es hora de que entendamos que tampoco las preferencias sexuales pueden ser una razón para la discriminación. Ninguna razón puede ser válida para excluir de participar en una institución humana a otros humanos, menos si esta institución se trata de la formalización de los derechos y obligaciones de la forma más elemental de convivencia: la pareja y formarla es también una libertad, por cierto, reconocida en la Declaración Universal.
¿Me pregunto qué principios superiores encuentran algunos para querer imponer su moralidad a otros cuando se trata de ejercitar libertades? ¿Los religiosos? Les tengo noticias: no todos creemos en un Dios.


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