Los radicales que forman el llamado Tea Party en los Estados Unidos apelan a una especie de idolatría constitucional que desató un interesante análisis en algunos medios. La idea, entiendo, parte de la comprensión de que la Constitución contiene cláusulas que reflejan nada más la semántica y finalidades de la época en que fueron creadas. De esta forma, este ultra-conservador grupo dentro del partido republicano logra congelar cualquier avance en materias de derechos humanos.
La discusión parte de la lecture que el pasado 17 de septiembre, con motivo del aniversario de la Constitución, dió Michael Klarman en Harvard:
“We are responsible for our own fate,” Klarman said, refusing to give the original framers of the Constitution or the Supreme Court credit for the “many things about our political culture we can take pride in,” primarily civil rights protection. “To delude ourselves from thinking otherwise is a mistake, and a potentially dangerous one.”
La columna Lexington de The Economist discute la crítica de Klarman otorgándole razón al decir que la urgencia de los tea- partiers de encontrar la verdad revelada en este "librito" no es otra cosa más que idolatría constitucional y mala historia.
"When history is turned into scripture and men into deities, truth is the victim."
En su Blog, Lexington enumera las razones por las que Klarman considera que existe idolatría constitucional. Mismas que después discute.
Professor Klarman made four main points about what he calls "constitutional idolatry". They are (1) that the framers' constitution represented values that Americans should abhor or at least reject today; (2) that there are parts of the constitution America is stuck with but that are impossible to defend based on contemporary values; (3) that for the most part the Constitution is irrelevant to the current political design of the nation; and (4) that the rights that are protected today are mostly a result of the evolution of political attitudes, not of courts using the Constitution to uphold them.
Después, Ezra Klein del Washington Post remite a Lexington y a Klarman también.
Bernstein en The New Republic analiza por su parte los cuatro puntos de Klarman y refuta el análisis de Lexington en ciertos puntos.
La discusión me recuerda la que sostuvo Dworkin en contra del juez Bork, para quien la interpretación constitucional debía apegarse a una teoría que llama "original understanding", misma que Dworkin despedaza en una serie de artículos ahora publicados en Freedoms Law al demostrar que carece de lógica interna.
"Judges... accept the responsability the framers imposed on them, to develop legal principles of moral breadth to protect the rights of individuals against the majority."
La cuestión es que la Constitución es un conjunto de principios y representa una tradición, por ello al interpretarse debe irse adecuando a los valores que esa generación comparte. Me gustaría saber qué opina Dworkin sobre este merengue. Mientras tanto, me asusta que puedan estos tea-partiers llegar al poder.
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