martes, 8 de septiembre de 2009

Al otro lado del Muro...


Las historias alrededor del Muro de Berlín son muchas y muy variadas. También pueden ser vistas desde diversos puntos de vista.

La historia de Rudi Dutschke es una de ellas. Nacido en 1940, Dutschke fué durante los sesenta uno de las más importantes figuras del movimiento estudiantil. Promovió la llamada "larga marcha por las instituciones" de Antonio Gramsci y la Escuela de Frankfurt para promover un cambio radical dentro del gobierno y la sociedad convirtiéndola como parte integral de la maquinaria.

Dutschke defendía la ideología socialista, estuvo influenciado por la teoría crítica, Rosa Luxemburg y los marxistas críticos, desarrolló una teoría y un código de práctica social de cambio a través de la práctica del desarrollo de la democracia mediante el proceso de revolucionar a la sociedad. Proponía que la transformación de las sociedades occidentales debería ir de la mano de la liberalización de los movimientos de liberalización del Tercer Mundo y con la democratización en los países comunistas de Europa Central y del Este. Su socialismo era más bien cristiano: "Jesús se ha levantado. La revolución decisiva de la historia del mundo ha sucedido, una revolución que todo lo conquista con amor" o quizá más bien Hippie.

Los movimientos de los sesenta se demostraban contra el establishment, cualquiera que impusiera reglas a los jóvenes y a un estilo conservador de vida. Al estar fuertemente influídos por los acontecimientos de la Guerra de Vietnam, (en Alemania, los poderes de la OTAN y la inclusión del servicio militar y la regulación del estado de excepción) y la creciente moda entre los intelectuales por la ideología marxista, los estudiantes defendían un socialismo utópico, que tendría algo de paradójico especialmente en las calles de Berlín Occidental. La ciudad libre era el escenario perfecto para los estilos de vida no compatibles con el conservadurismo de la época, la escena gay, punk, hippie y comunista de la época se mudó a Berlín occidental. Para aquéllos, en su mayoría estudiantes e intelectuales, Berlín era una ciudad liberal con paso al paraiso comunista, pero sin sus restricciones. En Berlín oriental podrían conseguir los "Best Sellers" del comunismo a precios de regalo, podrían sentarse a tomar café barato y convivir con los punks que se rebelaban -o al menos lo intentaban- contra el régimen totalizante Ulbricht-Honecker.

Los militantes del marxismo idealista de los sesenta, el anti-imperialismo y seguidores del Pop Guevariano de "hasta la victoria!", disfrutaban de las libertades occidentales y añoraban una sociedad igualitaria, socialista, donde estuviera censurada la música de Dylan y los Beatles y no hubiera la coca-cola que tomaban mientras leían a Herbert Marcuse o fueran encarcelados por traer un peinado incómodo para el régimen. Ironías de las ideologías y de las utopías.

En el otro extremo, Berlín, ambas ciudades, eran también escenario de movimientos de extrema-derecha, como del que formaba parte Josef Bachmann, refugiado de la RDA en Berlín occidental. El 11 de abril de 1968, armado con dos pistolas, Bachmann se encontró con Dutschke en el Ku'damm, lo llamo "cerdo comunista" y le dió tres disparos, uno en la cabeza. Dutschke no murió, fué intervenido y quedó lisiado para el resto de su vida, aunque pudo después dar clases en la Universidad en Dinamarca, murió 10 años después ahogado en su bañera.

Bachmann, una personalidad perturbada, declaró "desgraciadamente me he enterado que Dutschke todavía vive. Debí de haber comprado una ametralladora. Si hubiera tenido el dinero para ello, hubiera eliminado a Dutschke."

Como Juan Pablo II con su atacante, Dutschke visitó a Bachmann. No está claro lo que sucedió en la conversación. Se dice que Bachmann lo ignoró. Otras fuentes dicen que esa conversación fué un importante detonador para el suicidio de Bachmann en 1970, el que cometió asfixiándose con una bolsa de plástico.

Ayer que leía sobre estos dos sujetos, me vino a la mente lo que acababa de ver en el noticiero, el director Oliver Stone presenta su película de alabos al régimen Chavista. Como Sean Penn y su extensa nota de las víboras. Me gustaría saber si estarían dispuestos a irse a vivir a Caracas, como cualquier hijo de vecino y disfrutar de las ventajas del socialismo bolivariano, en donde por cierto, muy seguramente ni Stone ni Penn podrían expresar sus opiniones. Como los comunistas de Berlín occidental, Stone y Penn alaban la utopía que los líderes les cuentan, desde el otro lado del Muro...

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